Por Claudio Galeno-Ibaceta sobre la interacción del arte con la arquitectura, desde Antofagasta y el Norte Grande de Chile. By Claudio Galeno-Ibaceta about the interaction between art and architecture, from Antofagasta and the Large North of Chile.
23.6.20
Historia y decadencia de la Universidad de Venezuela, el monumento que ha sobrevivido a todo menos al régimen de Maduro
18.6.20
Juan Floreal Recabarren Rojas (1927-2020), historiador de gran impulso
El día 16 de junio de 2020 falleció Floreal Recabarren.
Recabarren era profesor de historia. Mi madre, Alicia Ibaceta, siempre se refería a él, como un gran maestro, uno de sus mejores profesores, que enseñaba muy bien, que era entretenido.
Lo entrevisté en agosto de 2011, en el café que tenía en el paseo Prat. Me contó de los años que fue alcalde. En 1966, le había tocado celebrar los 100 años del poblamiento de Antofagasta, de la llegada de los primeros exploradores: Juan López y José Santos Ossa.
El anterior alcalde Santiago Gajardo había creado un concurso de investigaciones sobre el primer poblamiento de la ciudad. Y le tocó a Recabarren efectuarlo. Concurso que ganaron Jorge Cruz Larenas y Oscar Bermúdez Miral, y los publicaron en dos libros, uno sobre los orígenes y el otro sobre la fundación.
La celebración sería en el segundo semestre, en noviembre, que era el mes aproximado de la llegada de Juan López. Quería posicionar esa como la fecha de celebración de los aniversarios de Antofagasta, en contraposición a los festejos de 14 de febrero, que no eran del aniversario, sino del inicio de la Guerra del Pacífico y del desembarco de las tropas en Antofagasta. Quería un aniversario de verdad, no una celebración a la guerra.
Habían inventado un lema: “Antofagasta: la ciudad del gran impulso”. Porque reconocía que la ciudad desde que sus orígenes no había parado de crecer, que superaba a todas las otras ciudades nortinas con su empuje.
Para esas fiestas también lanzaron un pequeño disco de vinilo, un EP de 45 rpm: “Melodías del recuerdo en el primer Centenario de Antofagasta”. Por un lado, traía el Vals Antofagasta y Pampa, por el otro Adiós al Séptimo de Línea y Antofagasta despierta. El disco traía un mensaje de Floreal Recabarren.
Muchos hemos investigado, usando sus libros. He podido identificar publicaciones desde los años 70. En 1971 publicó “No se puede jugar con el salitre” y en 1972, “Los escándalos y fracasos de la Soquimich”.
Un clásico de la historia urbana y memoria visual fue “Antofagasta, una historia en imágenes”, de 1979, que escribió junto a Alfonso Calderón, Juan Panadés y Antonio Obilinovic, con el diseño del famoso Mauricio Amster. Una verdadera joya. El libro era fruto de una exposición que habían realizado en noviembre de 1978 en la Universidad de Chile. El catálogo de esa muestra empezaba con el título: “La imagen es historia”.
En 1983 publicó “Coloso, una aventura histórica”, junto con Antonio Obilinovic y Juan Panades. En 1984 publicó “1921: crisis y tragedia”, muy interesante, y de gran profundidad, donde se adentra en un momento muy específico de la ciudad. Ese libro luego fue republicado el 2003 como “La matanza de San Gregorio, 1921: crisis y tragedia”.
Luego viene un salto hasta el año 2002, con “Episodios de la vida regional”, sin duda que uno de los libros más conocido, con una serie de microhistorias. Afortunadamente la publicación está disponible en digital en el sitio Memoria Chilena de la Biblioteca Nacional.
El 2003, con María Teresa Ahumada y Héctor Ardiles, publicaron el libro “Antofagasta: ciudad con historia”, el cual fue distribuido por fascículos que acompañaban El Mercurio de Antofagasta.
Infatigable, siempre publicaba en la prensa de Antofagasta. Emitia sus opiniones en seminarios, conversatorios o conferencias, que abordaban temas de la ciudad. Sin duda que, a pesar de su partida, dejó un legado que será imposible de borrar, y nos dejó tareas a todos lo que nos sentimos comprometidos con la ciudad del gran impulso.
1.6.20
Fallece Christo, el artista que envolvió el mundo, a los 84 años
El artista búlgaro, conocido por sus espectaculares intervenciones en edificios y monumentos, logró acercar el arte contemporáneo a un público masivo
Álex Vicente
París - 31 jun 2020 - 17:59 CLT
El artista plástico Christo, conocido por espectaculares intervenciones que le llevaron a envolver edificios y monumentos como el Reichstag de Berlín y el Pont-Neuf de París, falleció este domingo a los 84 años en Nueva York. Su muerte por causas naturales, según confirmó su equipo en un mensaje en las redes sociales, pone fin a una larga trayectoria en la que consiguió acercar el arte contemporáneo a un público masivo. Le gustaba definir sus obras como “perturbaciones” del espacio público, que llevaban al visitante a tomar conciencia de un entorno que, de tan común, se había acabado volviendo invisible.¡
Nacido como Christo Vladimirov Javacheff en 1935 en Gabrovo (Bulgaria), el artista creció en el seno de una familia acomodada: su padre dirigía una fábrica química y su madre fue administradora de la Academia de Bellas Artes de Sofía, donde él mismo se formó bajo control comunista. En su juventud, Christo participó en algún proyecto de propaganda destinado al medio rural, que decía que le enseñó a lidiar con interlocutores poco familiarizados con lo que era el arte. En 1956, tras la intervención soviética en la vecina Hungría, decidió abandonar su país para poder convertirse en artista. Recaló en Viena antes de instalarse en París en 1958, cuando conoció a su futura esposa, Jeanne-Claude Denat de Guillebon, fallecida en 2009, una joven de buena familia de la que quedó prendado, pese a que ella ya estuviera prometida. Tras su luna de miel, Jeanne-Claude cambió de opinión y se fue a vivir con ese joven excéntrico y con ideas fuera de lo común. Sería el inicio de una larga colaboración artística, pese a que durante las primeras décadas de su trabajo la autoría de sus obras fuera atribuida solo a Christo (a partir de 1994, empezaron a firmar todos sus proyectos como “Christo y Jeanne-Claude”). La pareja se mudó a Nueva York en 1964, cuando sus primeras obras, enmarcadas en el llamado Nouveau Réalisme, variante francesa del pop art, despertaron interés en Estados Unidos. “Terminé encontrando mi lugar en Nueva York. Es una ciudad de inmigrantes, la única donde se acepta que alguien pueda hablar tan mal inglés como yo”, decía el artista en una entrevista con EL PAÍS en 2016.
Su método de trabajo fue poco habitual. Sus intervenciones fueron efímeras, visibles durante un par de semanas antes de ser desmontadas, y se autofinanciaron a través de la venta de dibujos y estudios preparativos, que podían alcanzar los 200.000 euros en el mercado. Christo siempre rechazó las subvenciones públicas y el mecenazgo privado, una manera de protegerse contra las injerencias externas (y contra el peligro de hacer concesiones, solución inimaginable para este artista testarudo e infatigable). Sus intervenciones, de una extrema complejidad logística, tardaban décadas en materializarse. Para convertirlas en realidad, Christo y Jeanne-Claude debían batallar con las administraciones públicas, no siempre interesadas en su trabajo. A Christo no le importaba lo fastidioso que era el proceso: para él, el arte era ese camino tortuoso y no necesariamente el resultado. En total, Christo y Jeanne-Claude lograron ejecutar 22 proyectos, sobre cerca de 60. “Parecerá poco, pero mi obra no es como pintar un cuadro. Más bien se parece a la arquitectura. Y, si un arquitecto dijera que ha logrado levantar la mitad de sus proyectos, a nadie le parecería poco”, afirmaba Christo en 2016.
Sus proyectos más conocidos eran versiones extragrandes de sus obras de los sesenta, cuando ya envolvió objetos y lienzos con distintos materiales. En Surronded Islands (1983) circundó con tela rosa el perímetro de 11 pequeñas islas de Biscayne Bay, al sur de Miami, en una intervención pensada como un simple “gesto poético” que sentaría las bases de su arte en las décadas posteriores. En 1985, logró cubrir de tela el Pont Neuf de París, el más antiguo de la capital francesa, tras largos meses batallando con el alcalde de la época, Jacques Chirac, como relataba el impagable documental Christo in Paris, de Albert y David Maysles. Se convirtió en un nombre conocido y aclamado por el público –aunque menos por la crítica, que nunca acabó de seguir la corriente a un artista alérgico a todo esnobismo–, pero tardó otra década más en concluir su mayor intervención: cubrir el Reichstag de tela de polipropileno, lo que despertó las críticas del canciller Helmut Kohl, que denunciaría un “ataque a la dignidad” del país. The Gates (2005) le llevó a crear un recorrido de 37 kilómetros en el Central Park de Nueva York, puntuado por 7.500 puertas dotadas de cortinas de color anaranjado sacudidas por el viento. Más recientemente, Christo volvió a triunfar con sus Floating Piers (2016), tres kilómetros de pontones flotantes sobre el Lago de Iseo, en la región de Bérgamo (Italia). El artista comunicó la ciudad de Sulzano con dos islas vecinas a través de una pasarela naranja que confería al visitante la ilusión de caminar sobre las aguas.
En el momento de su muerte, Christo tenía otro proyecto en marcha: envolver el Arco de Triunfo de París. Prevista para después del verano, la intervención quedó aplazada hasta septiembre de 2021 cuando estalló la crisis sanitaria. En paralelo, el Centro Pompidou ultima una exposición dedicada a la obra de Christo y Jeanne-Claude, centrada en sus proyectos en París, con la que el museo parisiense volverá a abrir sus puertas en julio. Además, tenía previsto instalar una mastaba de 150 metros de altura compuesta por 400.000 bidones de petróleo, que pensaba erigir en el oasis de Liwa, a un centenar de kilómetros de Abu Dabi. Este proyecto, iniciado en los setenta, debía convertirse en su única obra permanente. “Christo y Jeanne-Claude siempre han dejado claro que sus obras en proceso continuarán después de su muerte”, recordaba el comunicado de sus colaboradores al anunciar su muerte. Durante décadas, la pareja viajó en aviones distintos: si uno se estrellaba, el otro hubiera podido seguir con su trabajo. Su obra deberá encontrar, de ahora en adelante, otras formas de perdurar en el tiempo.