30.7.17

Fernando Pérez Oyarzun, Arquitectura en el Chile del siglo XX: La llegada, sin retorno, de la arquitectura moderna a Chile

Vía El Mercurio de Santiago.



Por DANIEL SWINBURN

El segundo volumen de historia de la arquitectura en Chile en el siglo XX, del académico de la U. Católica, marca el inicio de la modernización del oficio en el país, con hitos clave en urbanización y obras emblemáticas.

Fernando Pérez Oyarzun es, sin duda, uno de los académicos más sólidos de nuestro medio en la enseñanza e investigación de la arquitectura chilena y una voz autorizada a la hora de establecer definiciones sobre nuestra cultura arquitectónica. Por ello, su trabajo "Arquitectura en el Chile del siglo XX" (Ediciones ARQ), que se proyecta a cuatro volúmenes, va camino a convertirse en texto referencial. El primer volumen de este trabajo giró en torno a la arquitectura del Centenario y abarcó desde 1900 a 1930.

Ahora ve la luz el segundo volumen, que abarca las décadas de 1930 a 1950 -con el subtítulo Modernización y Vanguardia-, años clave que significan la llegada de la arquitectura moderna, tanto a nivel privado como en las políticas del Estado. Asimismo, es la llegada del urbanismo moderno que dará a Santiago y otras ciudades una morfología renovada. El libro cuenta con las contribuciones de Claudio Vásquez, Hugo Palmarola y Horacio Torrent.

La arquitectura moderna en su expresión más radical, la vanguardia, llega a Chile en estos años y genera todo tipo de reacciones. Pero el movimiento se impuso paulatinamente, desde la enseñanza hasta la práctica del oficio y su discurso, no sin una dura resistencia. Este segundo volumen da cuenta de este proceso en sus inicios, con hitos y protagonistas relevantes. Destacan cinco figuras en la introducción de la vanguardia arquitectónica: Sergio Larraín García-Moreno, la oficina Costabal y Garafulic, Roberto Dávila Carson, Juan Martínez y Mauricio Despouy, que son tratados en un capítulo. Fernando Pérez respondió a estas preguntas.

-Al dar una mirada general a este libro puede verse que la actual morfología y diseño urbanos de Santiago y de otras ciudades del país, en general, tienen todavía la impronta de lo que se fraguó en estos 20 años.

"Ciertamente, ese momento en que el urbanismo moderno emerge como disciplina y se integra a la producción de nuestras ciudades ha dejado su huella. El centro de Santiago y la reconstrucción de Chillán después del terremoto son buena prueba de ello. El Barrio Cívico puede verse como una articulación de las ideas de arquitectura y de ciudad que se dan en el período. Creo que al comenzar a escribir este volumen no era tan consciente de la importancia de estas décadas. Las veía más bien como una transición entre el centenario y la arquitectura obviamente "moderna". Luego de abordarlo se me ha hecho evidente la importancia y la significación de ese proceso de modernización de los años treinta y cuarenta, en el que aparecen desde una nueva fachada de La Moneda hasta el Estadio Nacional. Es ese proceso, a ratos complejo y contradictorio, el que resulta apasionante. Sus huellas son aún claramente visibles".

-La renovación urbana de Santiago tiene al austríaco Karl Brunner como uno de los protagonistas centrales con sus ideas modernas de planificación. Pero hay un aspecto del centro que son sus pasajes que atraviesan los edificios, que no tiene mucho que ver con dicha planificación y que le ha dado al centro una de sus características más perdurables y originales.

"La red de pasajes peatonales del centro, desarrollada durante este período y los años siguientes, constituye un rasgo distintivo de este. Tiene una tradición muy antigua. Pensemos en el pasaje Bulnes o la galería San Carlos, surgidos en el siglo XIX. Brunner, como Cerdá y otros planificadores, tuvo conciencia de la importancia de pensar en los interiores de manzanas como las de Santiago y las posibles conexiones entre estas. Estas ideas, sin embargo, no necesariamente se llevaron a la práctica. La proliferación aumentó notablemente con la modernización del centro. Ellos son el resultado de la iniciativa privada que buscaba multiplicar el perímetro comercial, utilizando para ello los interiores de manzana. Una interpretación creativa de la norma urbana que fue capaz de articularse en un sistema. Los pasajes han resistido a pesar de algunas remodelaciones poco afortunadas y de mutaciones programáticas inevitables. Espero que seamos capaces de conservarlos como un patrimonio del centro".

-Un episodio importante de estos años es el rechazo de las autoridades locales a la invitación de Le Corbusier a Chile en el contexto de la modernización urbana que se planificaba en los años 30.

"La presencia de Le Corbusier en Sudamérica tuvo una importancia significativa. Aunque ella se reduce más bien a la difusión de sus ideas que a obras realizadas en el continente. Le Corbusier lamentó que su prestigio en Latinoamérica no se tradujera en un mayor número de encargos. Pero la presencia de muchos arquitectos sudamericanos brillantes en su atelier de la Rue de Sevres en París es un hecho que no puede ser ignorado".

"Su fracasada visita a Chile fue un gran malentendido. La invitación oficial nunca se concretó. Le Corbusier ofreció realizar gratuitamente un plan de reconstrucción de Chillán con posterioridad al terremoto de 1939, a cambio de ser contratado para realizar un plan para Santiago. Los fondos para ello nunca estuvieron disponibles. Tuvo, además, la oposición cerrada de los discípulos de Brunner que lo consideraban un urbanista utópico y lo vieron como una amenaza para el plan de Santiago que se venía elaborando por varios años. El episodio es ilustrativo respecto de las diversas posiciones que se dieron en la arena del naciente urbanismo local".

-La llegada de la arquitectura vanguardista a Chile usted la estudia aquí a través de la biografía de cinco arquitectos prominentes. ¿Por qué elige este enfoque?

"El libro procura describir la producción arquitectónica del período a través de varias entradas. Algunas son temáticas, como la vivienda, el paisajismo, la arquitectura escolar u hospitalaria. Entrar a ella desde la figura de algunos arquitectos relevantes es, por tanto, una de ellas, de ninguna manera la única. Están los arquitectos, pero está también el oficio, la disciplina, la presencia de las obras. Está, además, la cultura o la preferencia de los clientes, públicos o privados, que puede resultar decisiva. Ciertamente, la acción de arquitectos conscientes y dotados constituye un factor indispensable para la producción de arquitectura de calidad. Siempre es riesgoso hacer listas. Alguien podría haber incluido otros nombres. De hecho, el libro menciona muchos otros en los capítulos temáticos. Pero estoy cierto de que estos pocos, en cuyas biografía y cuya personalidad el libro entra en mayor detalle, fueron, por razones diversas, muy importantes".

-¿De qué forma el Estado chileno fue admitiendo en sus políticas públicas de construcción los postulados vanguardistas y con qué grado de éxito o de rechazo?

"La acción arquitectónica del estado se dio a varios niveles. Desde luego, el Ministerio de Obras Públicas jugó un rol fundamental. También algunos municipios. La labor de instituciones como la Corporación de Reconstrucción y Auxilio, formada con posterioridad al terremoto de Chillán, o la Caja de la Habitación Popular fueron también centrales. Este es el momento en que se constituyen a nivel del Estado organismos dedicados a la construcción de escuelas u hospitales. Con diversas variantes, las ideas modernizadoras van penetrando estas instituciones a través de profesionales que, imbuidos de ellas, se van incorporando a esta red profesional del Estado. La magnitud de ese cambio se aprecia claramente si se comparan las edificaciones del centenario -que se siguen desarrollando hasta los años 20- o incluso, la remodelación de La Moneda, al fines de esa década, con el proyecto del Barrio Cívico. Durante el gobierno de Aguirre Cerda, incluso algunos jóvenes arquitectos de vanguardia, como Enrique Gebhard o Jorge Aguirre, reciben encargos del Estado".

-¿Qué aspectos ve usted en la suscripción de la arquitectura moderna en Chile que tengan rasgos propios o idiosincráticos?

"No tengo demasiada simpatía por la idea de idiosincrasia, si se entiende por ello el rasgo "típico o local" que habrían adquirido en Chile las corrientes internacionales. El libro no pone demasiado esfuerzo en buscarlas. Me plantearía, en cambio, esa pregunta de otro modo: cuáles son las posibles contribuciones que, desde Chile o desde América, pudieron hacerse, a discusiones arquitectónicas más amplias. No diría que este sea un período marcado, en Chile, por la radicalidad de sus propuestas. Más bien veo un abordaje profesional de mucha calidad, de nuevos desafíos urbanos y sociales. Ello se percibe en la arquitectura de Sergio Larraín, de Costabal y Garafulic o de Mauricio Despouy. También veo un intento por articular una modernización técnica y funcional con una expresión monumental y urbana. La Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, de Juan Martínez, es un ejemplo a nivel internacional en este sentido. Están, por otra parte, la incorporación de los criterios modernos a la arquitectura pública de lo cual en el libro se muestran múltiples ejemplos: los colectivos de vivienda del Servicio de Seguro Social se cuentan entre los más notables de ellos. Entre los ejemplos más radicales destaca el Instituto de Biología Marina en Montemar, de Enrique Gebhard, iniciado al final de este período. Ello, entre otras razones, por la integración de las artes a la arquitectura y por el modo de combinar un lenguaje de vanguardia con una sensibilidad a las características del lugar en que se emplaza".

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