1.9.18

Álex Anwandter: "América Latina está en las mismas luchas todo el tiempo"

Vía El Comercio (Perú)

El músico chileno llegó a Lima para ofrecer la noche de este jueves un concierto en el Sargento Pimienta. Conversamos con él antes de ello



Aunque este será su primer concierto en Lima, el chileno Álex Anwandter tiene un vínculo importante con el Perú. De hecho, el sabor de una marca nacional de chocolates le evoca recuerdos de su infancia visitando a su tía en Jesús María. Aunque hay una memoria todavía más 'sublime': una trujillana llamada Sara Benites que le enseñó a tocar el violín.

"Le tenía tanto cariño a mi profesora y la admiraba tanto que yo de chico decía: 'cuando crezca, quiero ser profesor de violín', que básicamente era decir 'quiero ser como ella'. Fue una persona súper formativa para mí en todo sentido", narra el artista.

Si bien al terminar el colegio, Álex recuerda haber dado "botes en un par de lugares" antes de decidirse por la música de manera profesional, hoy es uno de los artistas más relevantes del panorama musical latinoamericano. Antes de su presentación en el Sargento Pimienta de Barranco, conversamos con él sobre su historia, su visión artística y "Latinoamericana", el disco que lanzará en octubre.

EC: Leí que tu padre es brasileño y que tienes también familia en el Perú, pero tu apellido es alemán. Eres, citando a Vladimir Nabokov, una "ensalada de orígenes raciales". ¿Ha sido así de diverso el entorno musical en el que creciste?

AA: Creo que predominó la influencia de mi papá, porque él era músico cuando yo era chico, ya no lo es: tocaba la guitarra clásica. Había pasado poco tiempo desde que llegó del Brasil a Chile cuando yo nací y, cuando se es pequeño, uno habita el mundo de los padres. Así que mi infancia fue de música brasilera y clásica hasta que descubrí el pop. El primer grupo del que me hice fanático fue Queen; creo que eso dice mucho de mí.

EC: Desde que te diste a conocer con Teleradio Donoso hasta el lanzamiento de "Locura", el primer adelanto de tu nuevo disco, ha evolucionado mucho tu propuesta artística. ¿Qué consideras que sí se mantiene en ti?, ¿cuál es tu constante?

AA: Siento que mi trabajo está dividido en dos o tres etapas. De la primera, siento que queda muy poco, quizá una cierta afinidad por arreglos un poquito elaborados, cosas como violines, vibráfonos, me siguen gustando. Pero como estilo musical, o de sustancia, creo que con ese primer disco hay poco en mí. Con el segundo, me empecé a conectar con otras cosas que se mantienen hasta el día de hoy: una sinceridad emocional a la que empecé a acceder con más facilidad y un interés por la música bailable como una especie de plataforma para comunicarme con la gente en los shows desde lo sensorial, con el cuerpo; se me hizo como un método más rápido y concreto que estar allí con mi guitarra como al principio

EC: ¿Crees que eso tiene que ver con la influencia de la música brasileña; artistas como Caetano Veloso, con música con contenido pero también muy físicos?

AA: Me pasa algo muy extraño. Saltándome al final, al disco nuevo que voy a publicar, me pasó que me cayó la teja. No sé si en el Perú tengan una frase similar: como que te das cuenta de golpe de algo. Yo recién me di cuenta sobre la enorme influencia que habían tenido estos compositores en mi búsqueda de hacer música propositiva, música que se conectara con las raíces, música entretenida, bailable, y que fuera social también. De alguna manera eso estuvo siempre allí, como en toda mi vida, y recién ahora lo incorporé conscientemente como influencia y te digo: este disco tiene que ver con Milton Nascimento. Antes quizá todos los discos lo tuvieron pero no me había dado cuenta.

EC: En la prensa he leído sobre ti frases como "genio musical", "el mejor artista chileno en la actualidad"…

AA: Esa es mi mamá escribiendo (risas).

EC: ¿Cómo te sientes tú ante elogios de esta naturaleza?

AA: Ni intento dimensionarlo, se me hace como tierno que gente opine así, pero también yo me comparo con mis ídolos y entonces siempre me siento muy lejano de lo que idolatro. Me cuesta sentirme un genio teniendo mi propia idea de lo que es un genio y lo que soy yo. La gente no ve todos los errores, las cosas que se quedan en el camino, ven lo que uno publica y decide mostrar, que es lo que está más libre del error.

EC: Aunque el disco ha recibido las mejores reseñas, te escuché en una entrevista decir que no estabas satisfecho con la percusión de "Amiga". ¿Eres muy exigente?

AA: Sí, pero he cambiado el foco de mi exigencia, de cosas más técnicas como esa a cosas más incuantificables como la capacidad que tiene una canción de conectar con la gente, o la capacidad que yo tengo de conectarme con una emoción dentro de una canción, cosas que no se pueden medir y que se vuelven filtros para mí de cuánto funciona o no una canción. Ya no es que un tema suene prístino y perfecto, sino qué produce. Usualmente me demoro un tiempo y escucho las canciones millones de veces. Si me sigo conectando y al final de diez meses me digo que sí vale la pena y creo que alguien se va a emocionar como yo con mi canción, pues vamos. Ya no tiene que ver con cosas técnicas, es una exigencia más emocional.

EC: ¿Al principio qué te motivaba a escribir?

AA: Creo que empecé sin claridad. Puede ser que eso sea lo que no me gusta de mis primeros discos. Si divido mi trabajo en etapas, creo que las etapas justamente tienen que ver con adquirir conciencia e incorporar esa conciencia al trabajo más que con estilos musicales, tiene que ver con qué estaba pensando y cómo lo llevé a cabo. Para mí fue ese el momento en el que 'me cayó la teja'. Me dije: esto no puede seguir así, no puedo seguir haciendo canciones sobre lo alienado que me siento o lo triste que estoy y tengo que hacer algo que tenga un impacto más allá de mi metro cuadrado.

EC: Chile se ha convertido en un referente musical en la región. Artistas como tú, Javiera Mena, Anita Tijoux, Gepe, Mon Laferte, nos hacen pensar que algo importante ha pasado internamente. ¿Hay industria en Chile o qué es lo que genera esas propuestas tan interesantes?

AA: Yo lo atribuiría a que (los chilenos) estamos súper lejos, súper locos, peleándonos los unos con los otros. Es un país intenso, como estar en una isla pensando que somos los únicos en el planeta, lo que es absurdo, y siento que de alguna manera eso crea identidades o personalidades fuertes. Lo atribuyo a eso, a una especie de desamparo y sensación de soledad en el mundo, que nos da ganas de decir cosas con fuerza, para que nos escuchen del otro lado de la montaña, del otro lado del desierto y de los icebergs.

EC: ¿Pero cómo es ser músico en Chile?

AA: Creo que no es fácil para nada. No me gusta reclamar porque me ha ido lo suficientemente bien como para poder vivir de la música y mantenerme, pero si tuviera que describir el ambiente en el que alguien va a empezar a ser músico, diría que es muy hostil. Por un lado porque no hay industria, no hay gente que esté dispuesta a invertir en las carreras de los que están empezando, lo que vuelve al arte una cosa que se pueden permitir las personas que están en posiciones económicas acomodadas, y ese es un filtro cruel. Por otro lado, hay una especie de provincianismo, malinchismo, que nos hace ser extremadamente escépticos con nuestros artistas o nuestra gente que se está desarrollando y todo el mundo tiene esa actitud de ' y tú quién eres', 'qué te crees', 'qué estás haciendo viniendo a cantar a pintar o lo que sea'. Es el opuesto de otros países. En Argentina, por ejemplo, me da mucha risa y ternura como tratan a sus artistas. Todos son genios, todos son lo máximo. Nosotros somos lo opuesto.

EC: ¿Por eso te fuiste a vivir a Los Ángeles?

AA: No, te juro que me fui casi por el clima (risas). Mucha gente piensa que vivo allá en plan de dominar el mundo, internacionalizar mi carrera, pero no, necesitaba un cambio y Los Ángeles tiene un clima muy agradable. No puedo enfatizar lo bueno que es el clima allá.

EC: Varios artistas chilenos han migrado. Javiera Mena me parece que tiene su base en España, Mon Laferte se fue a México. ¿Es necesario irse para crecer?

AA: Sí, más por la parte de la industria, y también por cosas de mercado. Chile es un mercado chiquitito. La gente no tiene mucho dinero para gastar en música ni en shows. Y Santiago es una ciudad de 6 millones de personas, pero yo no puedo tocar todos los fines de semana en Santiago. Eso obliga un poco a buscar lugares que no estén tan aislados del mundo o que tengan un mercado más grande, como Mon Laferte en México.

EC: "Cordillera" es una canción muy chilena, con muchas imágenes y referencias que quizá solo pueden entender por completo tus compatriotas, aunque aun así se siente muy universal. ¿Vivir fuera te ha permitido ver de otra forma a tu país?

AA: Sí, da una perspectiva que está bien incorporada en el disco nuevo. La letra de "Cordillera" la hice muy conscientemente local, en el sentido que siento que los países necesitan sus canciones; una canción que les hable de ellos a ellos. Y "Cordillera" es esencialmente un llamado a los artistas para que vuelvan a conectarse con las cosas que pasan en su país y con la historia y que no sea solo un ‘día nublado’ o emular influencia extranjera. No me podía quedar tranquilo, hacer otras canciones sin antes hablar de eso. El nuevo disco tiene ya otra perspectiva, el ser más consciente de que estamos en las mismas luchas todo el tiempo, en América Latina, en Estados Unidos incluso, contra olas conservadoras, discriminación, machismo, homofobia y, al mismo tiempo, estamos muchos países de Sudamérica atrapados por élites económicas que se sienten como súper contentas de tener a la gente oprimida. Cuando uno está o vive en un país es muy fácil atraparse por los problemas locales, pero cuando te vas ves que los problemas locales entre Perú, Chile o Brasil son súper parecidos.

EC: Donald Trump ofrece un discurso xenófobo en Estados Unidos, pero en países como el Perú ocurre lo mismo con la migración venezolana o en Chile con la haitiana o, antes, la migración peruana…

AA: Y salen estos payasos, bufones, que uno encuentra ridículos desde una visión liberal progresista y, sin embargo, llegan al poder y transmiten su discurso de odio desde la autoridad y son validados por gente que los vota y los apoya también desde la calle. El trabajo nuevo que estoy haciendo es mucho más incierto porque siento que es una época incierta no solo por el odio que se recibe, sino también porque no hay una estrategia para combatir esta ola de bufones terribles.

EC: ¿Sientes que el artista tiene una responsabilidad de pronunciarse ante lo que ocurre en su sociedad?

AA: Como lo acabas de plantear, estoy súper de acuerdo. Creo en la responsabilidad del artista, no del arte, en el sentido que no le exijo a todo arte ser…

EC: ¿Un manifiesto?

AA: Claro, sería como desechar pintura abstracta o canciones de amor, y a mí me gustan las dos cosas. Pero se me hace muy raro cuando artistas pueden pasar carreras enteras desconectados de eso y de los problemas que hay a su alrededor.

EC: ¿"Latinoamericana" es un disco menos pesimista que "Amiga"? Lo digo por este mensaje de bailar y ser feliz mientras el "mundo se va a la mierda" en la canción "Locura".

AA: No, de hecho, personalmente, difiero con que "Locura" sea optimista, creo que es como una canción que habla de la distopia que estamos viviendo. Es como decir no hay solución, es súper oscura. Las frases de la canción están como entrecomilladas. "Me dicen: 'nada puedes hacer, solo puedes entenderte a ti, ahora esfuérzate por ser feliz'". Obviamente yo no creo en ninguna de esas cosas. Ahora eso que llaman 'autocuidado' es como una especie de 'commodity', como que te venden incluso tu bienestar, hasta eso está capitalizado. Ese "ahora esfuérzate por ser feliz" es como una especie de ironía de lo que tienes que hacer en unas condiciones que lo hacen imposible.

EC: Ahora que ya te estás despidiendo de "Amiga", ¿cómo evalúas este disco?

AA: Creo que el último disco que hago es el que me cuesta más evaluar porque como que lo termino odiando un poco porque es mucho tiempo conviviendo con el mismo grupo de canciones y siempre he trabajado en reacción a mi trabajo anterior. "Amiga" en relación al disco nuevo tiene un espectro estilístico musical bastante amplio y el "Latinoamericana" es como una sola línea. Eso como que me molestaba un poquito del "Amiga", cuando en realidad fue una idea que decidí ejecutar conscientemente y quizá no me va a molestar más adelante. Ahora quise hacer algo en reacción y hacer algo como más cohesivo en cuanto a la música. Pero los discos no son solo las canciones, para mi también son la experiencia y toda la experiencia de "Amiga" fue súper positiva. Una canción como "Manifiesto", por ejemplo, tuvo un alcance y repercusión mucho mayor que la que hubiera imaginado, ni siquiera es 'single', pero logra viajar y eso me habla sobre el poder de esa canción y eso es lo que busco.

EC: Tu interpretación de "Manifiesto" en el Latin Grammy fue muy emotiva.

AA: Siempre es loco cantar esa canción, intento no cantarla mucho justo por eso, porque hay que meterse como en un estado de ánimo de… no sé cómo decirlo…

EC: ¿Te pone vulnerable?

AA: Sí. Si no la canto muy vulnerable, es como si estuviera dando un discurso. Y la canción habla de ser un manifiesto hecho cuerpo, corporizar esa emoción es algo que vale la pena pero no siento que sea algo leve. Ese es justo el peso que tiene esa canción.

EC: Como en temas de "Amiga", en "Locura" hay un trabajo importante de cuerdas. ¿Qué estás explorando ahora sonoramente?

AA: Sí, medio que fue una síntesis de influencias de la música brasilera y clásica y también de la balada latinoamericana cebolla. Ayer escuchaba a Miriam Hernández en un restaurante acá en Lima… o Juan Gabriel, que siempre me encanto. Siempre he admirado ese tipo de orquestación que es vista como medio kitsch o como un arte inferior. A mí me gusta revalorizar la balada latinoamericana como un vehículo de potencia emocional incomparable.

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