22.1.17

El Santuario de las Lajas: una maravilla colombiana al borde de un abismo

Vía El Observador.



El Santuario de las Lajas recibe a más de 750 mil personas cada año

Por Lizza Torres Salazar, para EFE

Al borde de un abismo en la cordillera de los Andes, a 2.900 metros sobre el nivel del mar, se levanta imponente el Santuario de Las Lajas, una basílica de estilo neogótico considerada maravilla turística de Colombia y, para algunos, la iglesia más bella del mundo.

Hasta esa basílica menor, construida entre 1916 y 1949 sobre el cañón del río Guáitara, a menos de diez kilómetros de la frontera con Ecuador y dedicada a Nuestra Señora del Rosario de Las Lajas, llegan a diario miles de peregrinos para pagar promesas, o turistas para conocer este prodigio de la arquitectura.
El santuario, situado entre los municipios de Ipiales y Potosí, en el departamento de Nariño (suroeste), impresiona no solo por su belleza sino por las extraordinarias condiciones topográficas en las que fue construido el templo, al cual se accede por un puente de dos arcos, cien metros por encima del lecho del río.

Según cifras del gobierno colombiano, que en 1984 declaró al santuario Patrimonio Cultural de la Nación, y en 2006 lo elevó a Bien de Interés Cultural de Carácter Nacional, el lugar recibe más de 750.000 personas al año, de las cuales unas 120.000 lo hacen en Semana Santa.

La laja, piedra gris y blanca abundante en la zona que dio nombre al santuario, se mezcla con el verde montañoso de la cordillera andina, una de las razones por las cuales el diario británico The Telegraph reconoció al templo en octubre de 2015 como la iglesia más bella del mundo; la publicación para viajeros Condé Nast Traveler lo escogió entre los lugares más bonitos de Sudamérica para visitar.

El Ministerio de Comercio, Industria y Turismo incluyó este mes al Santuario de Las Lajas como uno de los atractivos del Corredor Turístico del Sur, una de las 12 rutas con las cuales el gobierno busca fortalecer esta industria en las regiones y promover destinos desconocidos.

"El santuario tiene un estilo románico que se puede observar con mayor detalle en el puente donde están construidas la iglesia, el museo y la cripta; además las paredes son gruesas en forma de arcos y las piedras fueron pegadas con barro. Su parte superior tiene un estilo gótico, más detallado, con arcos que terminan en altos picos", expresó el sacerdote Franklin Betancourt, párroco del lugar.

Siete pequeñas iglesias

La basílica de tres naves guarda en el altar principal la imagen de la Virgen de Las Lajas, y al interior del templo se accede por unas escalinatas cuyos muros están cubiertos de arriba a abajo por placas conmemorativas o de agradecimiento de los devotos de la virgen, entre ellos varios presidentes colombianos.

Una de ellas recuerda que fue el arquitecto ecuatoriano Mariano Aulestia quien entre 1859 y 1862 hizo la maqueta de la capilla, que "por su atrevida belleza fue llamada Nido de Oropéndola".

Otra, que destaca la posición geográfica del santuario, lo define así: "Topográficamente, el más bello del mundo; religiosamente, el más visitado de América Latina; arquitectónicamente, el más audaz y original de Colombia".

El templo actual es la última evolución de siete pequeñas iglesias construidas desde 1756 en honor a la aparición de la Virgen de Las Lajas. Según la leyenda, en el siglo XVIII la virgen se le apareció sobre una laja a Rosa, una niña indígena muda, quien ante la visión pudo hablar y dijo a su madre: "Mamita, la mestiza me llama".

"La primera capilla, de paja, se construyó en una cueva donde, según la tradición católica, se apareció la virgen. Otras versiones hablan de un padre jesuita que pintó a la Virgen en la piedra laja", dijo Jairo Aza, de la Secretaria de Cultura de Ipiales. Según el funcionario, "el lugar posee un alto contenido espiritual porque los indígenas de la zona realizaban allí rituales al sol, la naturaleza y la luna".


Para facilitar el acceso al lugar, en noviembre de 2015 el presidente colombiano Juan Manuel Santos inauguró un teleférico de 1.530 metros de longitud y un descenso de 350 metros, que lleva a los turistas de un lado a otro de la iglesia.

"Se construyó para que todas las personas pudieran ver el santuario, porque la idea es que se consolide como un encuentro de y para todos, así es como se construye la paz", concluyó Aza.

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