3.7.14

Comunatrama: Macarena Gutiérrez: Tramas de lo encontrado: objetos, espacios y mujeres, por Claudio Galeno.

Comunatrama, catálogo de la exposición de textiles de Macarena Gutiérrez en Balmaceda Arte Joven, Antofagasta, año 2012.









Comunatrama, exposición de textiles de Macarena Gutiérrez en Balmaceda Arte Joven, Antofagasta.

Tramas de lo encontrado: objetos, espacios y mujeres.

La obra de Macarena Gutiérrez debe ser entendida no solo por la exposición sino como un producto más extenso que incluyó procesos previos y diversas experiencias de vida.

En ese sentido la producción de la artista se sitúa dentro de la idea de un arte relacional, una manifestación artística que el crítico Nicolás Bourriaud ha definido como un serie de prácticas que surgen a partir de “el conjunto de las relaciones humanas y su contexto social” (Bourriand, 2006, 142). De esa forma, Comunatrama se constituye a partir de una serie de sucesos y voluntades.

El proceso tiene un primera antecedente en la época universitaria, cuando quiso y obtuvo una máquina de coser y aprendió a usarla (cuando se graduó, en Antofagasta y con una socia crearon una marca de ropas llamada “Piel”), luego vendría su trabajo de graduación, dirigido por Justo Pastor Mellado, en el cual mediante la pintura, reproducía estampados de telas, y sobre ellos pintaba figuras humanas que provenían de un manual de dibujo de Andrew Loomis, una práctica de desplazamiento de imagen.

Entre esas pinturas había una en la cual ella había reproducido el estampado de líneas de un colchón. Pero una nueva idea emergió cuando el grabador Eduardo Vilches vio esa pintura y manifestó que podría haber pintado sobre un colchón.

Pasaron diez años de retiro artístico hasta que Macarena se unió a la clínica que dirigió Marcos Figueroa en el año 2008 para la Trienal de Chile, y decidió desarrollar la sugerencia de Vilches. Entre los objetos usados de la Feria de las Pulgas, eligió un colchón para el ejercicio. La pieza doméstica y corpórea fue apropiada y luego intervenida, abierta, moldeada, dentro de sus propios códigos de la impronta del cuerpo y de la experimentación con bordados, pero también con manchas y teñidos, con aceite y luego con vino. El resultado se alinea con la serie de siluetas efímeras de Ana Mendieta.

Luego, en el año 2009 para la muestra de la Trienal, construyó una segunda pieza utilizando brocado o telas de tapicería y restos extraídos del primero. Como explicaba la artista: “En el anterior yo lo socavé, e hice esta idea de que quedaba este espacio del cuerpo que estuvo ahí, el que fabriqué, por el contrario, le di volumen, como si se hubiera quedado ese ser humano” (Macarena Gutiérrez Gebauer entrevistada por Claudio Galeno el 3 de noviembre de 2013). La artista revelaba un cuerpo que habitaba en el objeto. En las nuevas piezas el cuerpo era análogo a las pinturas con los cuerpos superpuestos.

En estas piezas empezó el ejercicio con el vino, que era utilizado para teñir los colchones, por que en el desarrollo que tenía su trabajo ya no tenía sentido pintar. Como indica la artista: “Así entra el concepto de teñir. El teñir tiene que ver con la tela, que se tiñe, que no es pintar, es un concepto amigable por que pasa a ser parte de la hebra.” (Gutiérrez entrevistada...)

El trabajo con los colchones fue su primera práctica con lo textil, pero la exploración exigió a la artista formarse en ciertos aspectos básicos de las técnicas de elaboración. En el pasado era habitual que las mujeres chilenas aprendieran una serie de prácticas de la vida doméstica, entre ellas las vinculadas a los textiles, pero la artista reconoce que no tuvo ninguna formación en labores domésticas, fuese en el colegio o en el ámbito familiar.

Es cuando emerge el espacio encontrado, un reducto de formación en las prácticas textiles. Macarena quería aprender, y buscó un sitio donde se enseñara. Lo encontró en su rutina doméstica, en la inmediación del colegio de sus hijos estaba la Parroquia Madre de Dios. En ese sitio se realizaban talleres, y como indicó: “resultó que era el único lugar donde yo podía acceder y donde alguien me iba a enseñar a tejer”. (Gutiérrez entrevistada...)

En la iglesia se ofrecían talleres de todo tipo y los hacían algunas señoras devotas. Una de ellas coordinaba a otras mujeres que se juntaban a tejer y además enseñaban. De esa forma se unió al grupo por las tardes. La escena era la siguiente: todas ellas tejían para un gran proyecto, una señora las asesoraba, y Macarena no sabía ni siquiera agarrar un palillo. Allí aprendió sus primeras lecciones de croché (fue durante este proceso cuando elaboró un par de piezas que fueron expuesta en la colectiva Escena 2010 en la Sala ÁS de la Escuela de Arquitectura en la UCN.).

El espacio no solo era de aprendizaje, también era de reunión, era una extensión de lo doméstico, de la conversación, de la sociabilidad, de un pausado trabajo colectivo. Las características de la situación evoca un interior costumbrista que podría haber sido pintado por Arturo Gordon (también evoca las pinturas de actividades interiores del holandés Johannes Vermeer.).

En el contexto del espacio de las tejedoras apareció la silla como el soporte rígido del cuerpo en la práctica del tejer, y el conjunto de sillas revelaba el cuerpo colectivo en la reunión de esas mujeres, de las labores del sexo.

La artista empezó a formular una exposición donde lo central serían varias sillas vestidas de tejidos de lana, que harían referencia a la práctica femenina y al espacio íntimo de la mujer mientras era dueña de casa. En palabras de la artista, “un objeto que habla del ser humano sin tener al ser humano” (Gutiérrez entrevistada...). Las sillas, como un nuevo objeto encontrado, finalmente llegarían donados desde Vallenar producto del desarme de un bar, unos muebles sencillos, básicos, para interiores.

Otra idea de la artista era sobre las migraciones de mujeres en el pasado y en la época contemporánea, un tema que la inquietaba. De la mujer que acompaña el marido que viene por la minería, que es mantenida por él, y que se ocupa de la casa y de sus labores domésticas. En ese sentido, el concepto de inmigrante también incluía a las chilenas que venían de otras regiones.

Además planeaba vestir el espacio expositivo con textiles. Fue cuando asumió que la obra que pretendía no podía ser hecha de forma individual, y que necesitaba de varias otras manos, así que decidió encomendar trabajos a otras mujeres que serían inmigrantes. Ella les entregaba el material para el tejido, de forma que, mediante esta operación de extender la práctica a otras manos podía incluir la vida de otras mujeres, y amplificar las relaciones y los procesos del trabajo.

A las piezas que irían sobre los muros Macarena los denominó “textiles” (que en términos de la artista Anni Albers serían los “colgados”.), ya que prefirió desarrollar un concepto más amplio que acogiera una variedad técnica, ya que cualquier trama y la urdimbre era un textil. Entonces ella hablaba de textiles, no de cuadros. Y la forma más práctica, cuando trató de hacer ese vinculo con las posibles mujeres inmigrantes, para que comprendieran lo que quería, fue elaborar piezas cuadradas neutras, una figura básica de cualquier pieza de croché, o de muchas otras técnicas, y con las cual la artista podría componer sus obras.

Luego de una búsqueda, algunas de las mujeres encontradas eran parte del grupo de tejedoras de la parroquia, Paola y Paulina eran las chilenas inmigrantes; pero además necesitaba una peruana, y apareció la Limeñita que trabaja y enseña tejido y tiene una paquetería; también una colombiana, que fue Sheila, la propietaria de una cafetería frecuentada por la artista; luego una española, Mirenchu la madre de una amiga, que al conocerla supo que en realidad era francesa y se llamaba Germaine Marie, así que esa señora tejió dos tipos de tejidos, por que para la artista eran dos personajes; y finalmente una boliviana, Romina que era la empleada de la artista.

Cada una debía tejer 24 cuadrados de 40 x 40 cm o de 30 x 30, y durante el lento proceso de elaboración de los tejidos, fue conociendo a esas mujeres, cada una tenía su historia, por ejemplo Mirenchu con la Guerra Civil, la Limeñita con sus cursos y la televisión, Romina que huía de un amor, y esas vidas fueron incorporadas a la trama de la obra.

La artista para ejecutar las composiciones finales, volvió a la Feria de la Pulgas en búsqueda de otros textiles que se vincularían a los que elaboraban las mujeres. Mantas, alfombras que fueron desarmadas y rearmadas, algunos paños, algunas telas que luego fueron impresas. Así, con los fragmentos tejidos por las mujeres y las piezas de la feria, fue componiendo los textiles a partir de la historia de cada inmigrante. Con la máquina de coser, unió los cuadrados, y luego los otros tejidos, e incorporó un autorretrato impreso sobre una tela.

Las sillas fueron envueltas con tejidos de lana de llama. Esto incorporaba otro proceso, ya que el material había sido encargado a una señora en San Pedro de Atacama, lo que significó que tenían que trasquilar el animal, y luego hilar una lana de cierta cantidad de hebras. Las mismas mujeres inmigrantes y la artista tejieron los trajes de las sillas, sin importar el punto, la única condición es que el tejido tuviese espacio, una trama abierta.

Los textiles recibieron el nombre de las mujeres: Paola, Paulina, Romina, Mirenchu, Germaine Marie, La Limeñita y Sheila. La artista además acompaño las piezas con un breve relato que contaba como habían llegado estas mujeres a Antofagasta.

Comunatrama fue una obra compleja, una extensa composición de tramas de relaciones, de incorporaciones de sucesos, de encuentro con objetos, espacio y mujeres. Sus aspectos conceptuales están fuertemente unidos a lo técnico por que el centro es el ser humano, en ese sentido es antropológica. Surge de la vida de Macarena, que se proyecta en el otro para poder comprenderse a si misma, y hacernos parte de una reflexión colectiva.

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