7.10.10

Foster rescata el coche maldito [Dimaxion] de Buckminster Fuller

Vía EL MUNDO.es | Madrid, jueves 07/10/2010 10:21 horas



Madrid, distrito de Tetuán, calle Comandante Zorita e inmediaciones: un concesionario de Nissan, otro de Audi, un taller de Toyota... y, en una sala de exposiciones (la galería de la editorial Ivory Press), el único Dymaxion del mundo.

¿Dymaxion? ¿Es que eso es un coche? Si uno; en singular. Lo diseñó y construyó el inventor estadounidense Buckminster Fuller en 1933, convencido de que estaba creando el automóvil del futuro. Y ahora le sorprende en Madrid una gran noticia: Norman Foster (que es para Fuller lo que San Juan para Jesucristo) ha decidido retomar el proyecto del Dymaxion y construir un nuevo ejemplar, según informaba ayer 'The Guardian'.

Atención a la fotografía: ¿no recuerda el Dymaxion a muchas cosas? presagia vagamente al Volkswagen Transporter (la furgoneta de los surferos de los años 70), tiene que ver con los zepelines y es la inspiración de artefactos de ficción como los 'spinners', los coches voladores de la película 'Blade runner'. De hecho, Fuller pensaba en su prototipo como un primer paso que conduciría hasta un futuro de autopistas aéreas y automóviles planeadores. Como en las películas.

Aunque eso sí que es ciencia ficción. Lo que es real es que el Dymanion iba a ser un gran coche y se quedó en un coche maldito: era extraordinariamente eficiente (en una época en la que el consumo energético no era una preocupación), trasnportaba a 11 pasajeros, era desmontable, potente (hasta 140 kilómetros por hora) y aerodinámico. Y, sobre todo, era diferente a cualquier otro coche nunca visto.

Pero tuvo mala suerte. Fuller construyó tres unidades. La primera fue destruida en un accidente en 1933, en el recinto de la Exposición Universal de Chicago, durante una exhibición. El Dymaxion volcó, el piloto murió y el proyecto de Fuller pasó a la historia. El inventor estaba convencido de que el accidente no había sido culpa de su criatura sino de otro coche que participaba en la exhibición. Pero nadie le escuchó.

Chrysler, que estaba interesada en fabricar el Dymaxion en serie, se retiró del proyecto, y Fuller (que había perdido una hija de poliomelitis y se quedó deprimido por el accidente), abandonó la nave con enormes pérdidas. En 1988, el libro 'The age of heretics', de Art Kleiner, aseguraba que la decisión de Chrysler de no perseverar en el proyecto tuvo que ver con intereses espúreos.

La tercera unidad del Dymaxion languideció hasta convertirse en chatarra. Y la segunda quedó encerrada en el Museo Nacional del Automóvil de Reno, en Nevada, hasta que Norman Foster se fijó en él y lo incluyó en una exposición dedicada al maestro Fuller. La muestra que llegó a la calle Comandante Zorita el mes pasado.

No sólo eso. Foster, obsesionado con el Dymaxion, financia y supervisa el ensamblaje del cuarto Dymaxion de la historia en un taller de East Sussex, en Inglaterra. De momento, no vuela.

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