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La arquitectura sideral de Bucky Fuller. El Mundo 09.09.2010

Comisariada por Norman Foster y Luis Fernández-Galiano
Antonio Lucas | Madrid
Actualizado jueves 09/09/2010 16:41 horas



Puede decirse que Richard Buckminster Fuller (1895-1983) -Bucky Fuller para el mundo- creyó en el futuro antes de tiempo. O lo que es igual, organizó algunas de las claves de un extraño mañana entre los pliegues de su talento. Dibujó, diseño sin fatiga, imaginó un mundo de curvas y cúpulas y artefactos y coches con forma de gota de agua, de gota purísima. Vivió entregado a ese complot apasionado de rediseñar la vida, de ficcionarla incluso. Dejó la Universidad de Harvard, donde se había formado toda su familia y antepasados, para esquivar cualquier formalismo que contaminase su sanísima utopía, su afán de contribuir a otra realidad sin molde. Y se convirtió en un eslabón esencial para la nueva arquitectura.

Foster: 'Es más reconocido e importante que en su tiempo, entre otras cosas porque anunció de algún modo muchas de las crisis que hemos sufrido'

El exquisito espacio madrileño de Ivory Press Art+Books (Comandante Zorita, 48) dedica una exposición a alguno de los proyectos más singulares de este arquitecto visionario que fue también filósofo, cartógrafio y matemático.

La muestra, abierta hasta el 30 de octubre y de la que son comisarios Norman Foster y Luis Fernández-Galiano, recupera el complejo laberinto intelectual del inventor de la cúpula geodésica (su más fértil hallazgo), donde coincidieron intereses múltiples que décadas después desembocaron en conceptos como sostenibilidad y ecología arquitectónica, algo inédito en ese momento. Pero Bucky Fuller, siempre por delante, ya estaba allí.

La exposición, la primera que se dedica a este arquitecto sideral en España, recoge dibujos, planos, fotografías, objetos, maquetas, esculturas originales y el 'Dymaxion Car # 4', proyecto específico de automóvil desarrollado para esta cita.

Una metralla fabulosa que da cuenta de los muchos ángulos de curiosidad que abarcó este creador. "Ha sucedido con Bucky algo curioso: hoy es más reconocido e importante que en su tiempo, entre otras cosas porque anunció de algún modo muchas de las crisis que hemos sufrido", explicó Foster, que fue colaborador de Fuller, con gran entusiasmo.

El carácter pedagógico de la muestra, como defiende Fernández-Galiano, garantiza la comprensión de un artista cuya aventura de flecos aparentemente imposibles se ha ido dotando de realidad. Su filosofía era hacer más por menos. Y conciliar mundos y saberes en sus proyectos múltiples, un interés por la hibridación que comenzó a apreciar en los años en que se vinculó al Black Mountain College, aquel laboratorio de energías donde compartieron obsesiones artistas de muy distinto ámbito: de John Cage a Willem de Kooning, pasando por Rauschenberg o Merce Cunningham... Y allí estaba Bucky Fuller, más cerca del tiempo que de los relojes.

Via El Mundo

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