14.8.17

Ingeniería humana. Por Luis Fernández-Galiano

Vía Arquitectura Viva.

La transformación del cuerpo humano por medios artificiales tiene una larga historia, pero el desarrollo tecnológico reciente le ha dado una nueva dimensión. Desde los pies jibarizados por las vendas de las jóvenes chinas o los cuellos estirados por los collares sucesivos de las mujeres-jirafa africanas hasta el cuerpo protésico de la medicina actual hay un extenso itinerario que trenza lo ornamental o ritual y lo curativo para desdibujar los límites entre naturaleza y artificio. Beatriz Colomina y Mark Wigley se ocuparon de este asunto en la Bienal de Diseño de Estambul (véase su texto ‘Cuerpos construidos’, Arquitectura Viva 192) y en un pequeño libro exquisito, Are We Human?, también proveniente de su trabajo como comisarios de la bienal, que explora el papel del diseño en la definición del animal humano

Ahora, un libro corporativo del BBVA —El próximo paso: la vida exponencial—, en el que intervienen una veintena de figuras de referencia en los campos de las biociencias, la genética, la robótica y la inteligencia artificial, lleva la cuestión un paso más allá, mostrando que la humanidad se halla en el umbral de una revolución tecnológica que va a transformar las capacidades físicas e intelectuales de las personas, así como la longitud de su vida, hasta extremos inimaginables: una revolución con extraordinarias promesas, pero con no menos riesgos, desde el crecimiento del desempleo y la desigualdad o la crisis de los sistemas de protección social hasta amenazas catastróficas para el planeta y la supervivencia de nuestra especie.

Si algunos de los autores transitan por territorios familiares —los materiales inteligentes, la creatividad computacional, la realidad aumentada, el internet de las cosas o la neuroética— otros exploran campos más insólitos: los viajes posthumanos, la hiperhistoria y los sistemas multiagente (que organizan un mundo postwestfaliano donde los humanos ya no ocupan el centro de la infoesfera) y, last but not least, el uso de la ingeniería humana para frenar el cambio climático.

En la aportación más provocadora del volumen, S. Matthew Liao, director del Centro de Bioética de la New York University, defiende las modificaciones biomédicas de los humanos de modo que puedan mitigar y adaptarse al cambio climático. Ante los riesgos de la geoingeniería, se propone la transformación voluntaria de los cuerpos provocando la intolerancia farmacológica a la carne —la ganadería es responsable de un porcentaje elevado de las emisiones de efecto invernadero—, induciendo el altruismo y la empatía mediante drogas de diseño, limitando la natalidad con potenciadores de la inteligencia, e incluso reduciendo el tamaño de los seres humanos a través del diagnóstico genético que se usa en las clínicas de fertilidad. La eugenesia tiene una historia ominosa, y no es seguro que llamarla ‘ingeniería humana’ mejore su condición, por más que la defienda un profesor de bioética.

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