Respecto de las colecciones de arte y patrimonio de España y Chile, han sido publicadas un par de notas en El País y La Tercera. La primera se refiere al control de las obras que custodia El Prado y el segundo a la incapacidad de almacenaje de los museos chilenos.
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© Real Academia de San Fernando.
El Prado no encuentra 885 obras
Vía El País.
Un informe del Tribunal de Cuentas revela que el museo ha localizado otras 41 piezas desde 2008
La pinacoteca dice que la mayoría se perdió hace décadas.
José Marcos Madrid 19 JUL 2014 - 00:00 CEST
El Museo del Prado, una de las mayores pinacotecas del mundo, desconoce el paradero de 885 obras de arte según el Tribunal de Cuentas. La cifra llegó a ser mayor hace unos años: entre 2008 y diciembre de 2012 el Servicio de Depósitos localizó 41 obras de las 926 que llegaron a engrosar la lista de piezas no localizadas. Su pérdida y posterior recuperación se atribuyó a la “reordenación de colecciones” con el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Doce obras de arte “estaban depositadas en diversas instituciones”, refleja el informe del organismo fiscalizador, relativo al ejercicio de 2012.
El inventario de bienes históricos-artísticos del Prado contaba hace dos años con 27.509 objetos, de los que 15.480 corresponden a dibujos y estampas y 4.408 a esculturas y artes decorativas. El resto son pinturas desde el periodo anterior a 1.700 (1.716), del siglo XIX (2.394)...
Una portavoz del Prado resta importancia al número de objetos cuya localización se desconoce y afirma que la mayoría desapareció en incendios e incluso conflictos bélicos. “Pero no vale con la sospecha, si no hay constancia de que se han destruido no se pueden quitar del inventario”, explica. De hecho, entre 2001 y 2006 aparecieron una docena de obras.
Otra parte significativa de las obras en el limbo pertenecería a la colección del Museo de la Trinidad, formada por bienes expropiados en la desamortización de Mendizábal y de los que un número sin detallar no habrían ingresado en el Prado tras la fusión de sus colecciones en 1872. Los gestores del Museo ya dieron por perdidos alrededor de 350 lienzos de la pinacoteca en los años ochenta del pasado siglo. Una década más tarde, el inventario reflejaba que 500 obras del Prado habían sido destruidas o se habían perdido. Entonces el Prado contaba con un fondo de 8.000 piezas, 20.000 menos que las actuales.
Las explicaciones del Prado no convencen al Tribunal, que insiste en “proseguir” con la búsqueda de aquellas obras que constan “en antiguos inventarios”. Y entiende que es “imprescindible” que el Museo continúe con las tareas de “seguimiento y control” de los depósitos constituidos en otras instituciones, dentro de lo que se conoce como Prado Disperso. En este sentido, la “ausencia” de un informe periódico sobre el estado de las colecciones es una “debilidad” que los fiscalizadores recomiendan subsanar. Lo mismo sucede con el “elevado número y dispersión” de obras depositadas en otras instituciones, lo que “dificulta especialmente el seguimiento y control” de su conservación y seguridad. A eso se añade la “inejecución” del proyecto de creación del Centro de Gestión de Depósitos y la “insuficiencia de medios humanos” asignados a la gestión directa de dichos depósitos.
Eso sí, el tiempo transcurrido tras la desaparición de buena parte de las obras registradas no localizadas hace que “no pueda desprenderse responsabilidad alguna por la no localización de las mismas”, entiende el Tribunal. Sin embargo, tras la fiscalización del ejercicio de 2005 el Tribunal de Cuentas trasladó el asunto a la Fiscalía General del Estado, con el objetivo de depurar las posibles responsabilidades penales.
En 2012 el Prado participó en 15 exposiciones en el país —algunas se celebraron en varias sedes— a las que han enviado 176 obras. En el extranjero se participó en 33 exposiciones con 288 obras. En el caso del Prado Itinerante (que el Museo lo organiza con otras instituciones) fueron 164 las obras que se trasladaron a tres exposiciones.
De las 3.206 obras en depósito fuera del Museo, 2.975 obras se encontraban en 263 instituciones españolas. Tras solicitar la certificación de 1.789 de ellas a 82 entes nacionales, el 64,63% fueron confirmadas por 53 de las instituciones (no contestaron la basílica de San Francisco el Grande de Madrid, el Ayuntamiento de Badajoz, el Palacio Carvajal de Cáceres y el Complejo Cultural San Francisco, en la misma ciudad). En la información remitida por 25 instituciones se puso de manifiesto que “con cierta regularidad existía discrepancia en relación con la procedencia y la pertenencia de los depósitos”. Especialmente si se trataba de depósitos del Prado o del Reina Sofía. En estos casos se recomendó “clarificar la procedencia, realidad y ubicación de los bienes depositados”.
A juicio del Tribunal de Cuentas esta deficiencia tiene un carácter meramente formal, y que es consecuencia de diversas circunstancias, “especialmente por la antigüedad de dichos depósitos” otorgados algunos por instituciones en la actualidad inexistentes, así como por los “escasos” controles realizados por las instituciones depositantes.
Un plan de actuación para el periodo 2013-2016 contempla la revisión “in situ” de obras depositadas en distintas comunidades autónomas y analizar su estado, condiciones de conservación, de seguridad y acceso a las mismas. Durante la vigencia del plan se pretende revisar 1.500 obras en 130 instituciones. A dicha actuación se sumará una campaña de fotografiado de depósitos. Además se desarrollará una aplicación informática para la gestión de los fondos.
La Ley reguladora del Museo del Prado establece que deberá “velar por la integridad y seguridad de las colecciones y fondos museísticos”, además de “garantizar la protección y conservación” de los bienes del Patrimonio Histórico Español dentro de su competencia.
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© Barrio Yungay.
Museos al borde del colapso: la falta de espacio pone en peligro el patrimonio nacional
Vía La Tercera.
por Denisse Espinoza A. - 20/07/2014 - 05:00
La construcción de una carretera o un estacionamiento conduce muchas veces a increíbles hallazgos patrimoniales. Remover tierra es remover historia. En 2012, por ejemplo, mientras se construía el Parque Quilapilún, camino a Los Andes, la empresa Angloamerican encontró bajo tierra puntas de flechas, piedras tacitas y huesos milenarios; y el año pasado, en la excavación para la construcción de la Línea 6, Metro halló un cementerio indígena que correspondería a la cultura Llolleo, que habitó Santiago hasta el 900 d.C. Pero ¿a dónde van a parar estos hallazgos? Por ley, son monumento nacional y pasan a ser parte del acervo del Museo de Historia Natural (MNHN).
El problema es que el edificio -ubicado en Quinta Normal y levantado en 1875- está totalmente colapsado. Y aunque su colección asciende a cerca de un millón de piezas, se exhibe menos del 1% de ella en la primera planta, la única que pudo habilitarse a fines de 2012, luego de que el terremoto del 2010 lo dejara con severos daños. “Necesitamos con urgencia restaurar este edificio, pero para eso debemos levantar un depósito y proteger la colección. La gente olvida que somos el Banco Central del patrimonio. No guardamos sólo piezas bonitas, sino todo lo que pueda tener un valor científico, desde fragmentos de loza, hasta restos de polen”, señala el director del MNHN, Claudio Gómez.
La situación del MNHN es quizá la más extrema de la crisis que viven todos los museos nacionales y que es reconocida por la cabeza central: la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam). “Estos museos están instalados en emblemáticos inmuebles que, aunque son dignos y bien construidos, necesitan ampliaciones. No es un proceso rápido. El Museo Histórico ya tiene aprobado su nuevo edificio, pero recién estaría listo para 2017, si es que los trámites legales y las obras se cumplen en los tiempos estimados. Para los demás hay varios proyectos, pero nada definido”, dice Alan Trampe, a cargo de la Dibam. No es solo cuestión de tiempo, también de fondos. La ampliación del Museo Histórico costará cerca de $ 7.000 millones, y uno de los planes para que el MNHN crezca, implica la compra de un antiguo edificio de Correos ubicado en calle Matucana. Su habilitación como depósito costaría cerca de $ 9.500 millones.
Por lo demás, si todo va bien, el edificio de 1808 en Plaza de Armas que alberga al Museo Histórico, crecerá en 2.600 metros cuadrados con una construcción en uno de los patios interiores y que incluirá depósitos y salas de exhibiciones. Hoy, la institución es capaz de mostrar solo el 0,4% de su acervo de alrededor de 250 mil piezas, y que van desde fotografías, pasando por pinturas, vestuario, muebles y piezas arqueológicas. Una diversidad que necesita un complejo sistema de conservación específico para cada material.
“Hacerse cargo de los depósitos es una deuda del Estado. Es difícil, porque es la trastienda, lo que los auspiciadores no van a apoyar, porque el público no lo ve. A Chile, la museografía como gran concepto entró con fuerza recién a fines de los 90 con la implementación del Centro Nacional de Conservación y el Centro de Documentación de Bienes Patrimoniales”, dice la conservadora del Museo Histórico, Carla Miranda.
Cuestión de recursos
Otros dos museos que sufren la falta de espacio son el Museo de Arte Contemporáneo y el Museo de Bellas Artes, que además comparten el mismo edificio en medio del Parque Forestal, de 1910. No es un misterio que desde hace años la pinacoteca nacional tiene el afán de ocupar todo el inmueble con la idea de comprar la parte que pertenece a la U. de Chile. Con el dinero recibido, la Casa de Bello construiría su propio edificio para arte contemporáneo. “Disponer de ese espacio nos haría crecer en un 400%, algo sin precedentes para el Bellas Artes. Hoy, los depósitos de 660 metros cuadrados están en buenas condiciones, pero son insuficientes”, señala el director Roberto Farriol. Por su parte, la cabeza del MAC, Francisco Brugnoli, también reconoce una crisis difícil de subsanar con los escuálidos $ 200 millones que recibe al año como presupuesto de la U. de Chile. “Si bien somos conscientes de las necesidades del Bellas Artes, se debe considerar que este edificio es el segundo más antiguo de la universidad y el de mayor valor arquitectónico. Son puntos que hay que evaluar cuidadosamente”. El MAC tiene, además, la sede de Quinta Normal, la que Brugnoli desearía ampliar para depósitos. “Es muy posible habilitar los zócalos, ya que solo utilizamos un 30% del edificio”. Pero aún faltan los recursos.
Otro complejo panorama vive el Museo de la Solidaridad, que posee la colección de arte internacional más valiosa del país, con obras de Roberto Matta, Joan Miró, Alexander Calder, Frank Stella y Julio Le Parc, donadas por los propios artistas durante los 70 y en apoyo al gobierno de Salvador Allende. El acervo pasó al Estado en 2005, por lo que recibe recursos de la Dibam. Aun así funciona bajo la custodia de la Fundación Arte y Solidaridad, dueña de la casa en calle República.
A pesar de que el inmueble cuenta con la obra gruesa de un depósito de 400 metros financiado por Fondart, no hay más recursos para habilitarlo, y las obras se mantienen guardadas en un inmueble en la calle Compañía, con básicas condiciones de conservación. “No hemos conseguido más dineros y el proyecto por ahora está detenido. Al parecer, las prioridades del Estado por su patrimonio no figuran por aquí”, señala su directora, Claudia Zaldívar.
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