El día 16 de junio de 2020 falleció Floreal Recabarren.
Recabarren era profesor de historia. Mi madre, Alicia Ibaceta, siempre se refería a él, como un gran maestro, uno de sus mejores profesores, que enseñaba muy bien, que era entretenido.
Lo entrevisté en agosto de 2011, en el café que tenía en el paseo Prat. Me contó de los años que fue alcalde. En 1966, le había tocado celebrar los 100 años del poblamiento de Antofagasta, de la llegada de los primeros exploradores: Juan López y José Santos Ossa.
El anterior alcalde Santiago Gajardo había creado un concurso de investigaciones sobre el primer poblamiento de la ciudad. Y le tocó a Recabarren efectuarlo. Concurso que ganaron Jorge Cruz Larenas y Oscar Bermúdez Miral, y los publicaron en dos libros, uno sobre los orígenes y el otro sobre la fundación.
La celebración sería en el segundo semestre, en noviembre, que era el mes aproximado de la llegada de Juan López. Quería posicionar esa como la fecha de celebración de los aniversarios de Antofagasta, en contraposición a los festejos de 14 de febrero, que no eran del aniversario, sino del inicio de la Guerra del Pacífico y del desembarco de las tropas en Antofagasta. Quería un aniversario de verdad, no una celebración a la guerra.
Habían inventado un lema: “Antofagasta: la ciudad del gran impulso”. Porque reconocía que la ciudad desde que sus orígenes no había parado de crecer, que superaba a todas las otras ciudades nortinas con su empuje.
Para esas fiestas también lanzaron un pequeño disco de vinilo, un EP de 45 rpm: “Melodías del recuerdo en el primer Centenario de Antofagasta”. Por un lado, traía el Vals Antofagasta y Pampa, por el otro Adiós al Séptimo de Línea y Antofagasta despierta. El disco traía un mensaje de Floreal Recabarren.
Muchos hemos investigado, usando sus libros. He podido identificar publicaciones desde los años 70. En 1971 publicó “No se puede jugar con el salitre” y en 1972, “Los escándalos y fracasos de la Soquimich”.
Un clásico de la historia urbana y memoria visual fue “Antofagasta, una historia en imágenes”, de 1979, que escribió junto a Alfonso Calderón, Juan Panadés y Antonio Obilinovic, con el diseño del famoso Mauricio Amster. Una verdadera joya. El libro era fruto de una exposición que habían realizado en noviembre de 1978 en la Universidad de Chile. El catálogo de esa muestra empezaba con el título: “La imagen es historia”.
En 1983 publicó “Coloso, una aventura histórica”, junto con Antonio Obilinovic y Juan Panades. En 1984 publicó “1921: crisis y tragedia”, muy interesante, y de gran profundidad, donde se adentra en un momento muy específico de la ciudad. Ese libro luego fue republicado el 2003 como “La matanza de San Gregorio, 1921: crisis y tragedia”.
Luego viene un salto hasta el año 2002, con “Episodios de la vida regional”, sin duda que uno de los libros más conocido, con una serie de microhistorias. Afortunadamente la publicación está disponible en digital en el sitio Memoria Chilena de la Biblioteca Nacional.
El 2003, con María Teresa Ahumada y Héctor Ardiles, publicaron el libro “Antofagasta: ciudad con historia”, el cual fue distribuido por fascículos que acompañaban El Mercurio de Antofagasta.
Infatigable, siempre publicaba en la prensa de Antofagasta. Emitia sus opiniones en seminarios, conversatorios o conferencias, que abordaban temas de la ciudad. Sin duda que, a pesar de su partida, dejó un legado que será imposible de borrar, y nos dejó tareas a todos lo que nos sentimos comprometidos con la ciudad del gran impulso.
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