12.5.25

6º Seminario Internacional de Historia de la Arquitectura Hospitalaria: Tiempo, Espacio, Forma y Cuerpo / Antofagasta, 8 al 10 de octubre de 2025, resúmenes hasta el 7 de julio


6º Seminario Internacional de Historia de la Arquitectura Hospitalaria / 6SIHAH: Tiempo, Espacio, Forma y Cuerpo / Escuela de Arquitectura, Universidad Católica del Norte, Antofagasta, Chile

Antofagasta, Chile, 8-9 octubre 2025 / Desierto de Atacama, ciudades industriales, 10 octubre 2025

Sitio oficial del 6º Seminario Internacional de Historia y Arquitectura Hospitalaria: https://www.6sihah.com/

La sexta versión Seminario Internacional de Historia de la Arquitectura Hospitalaria convoca a especialistas, investigadores y estudiantes interesados en proponer resúmenes de ponencias sobre investigaciones que aborden la historia de la salud en un amplio espectro, que, además de hospitales en sus diversas escalas, también puede incluir una gran variedad de investigaciones sobre arquitecturas o aspectos urbanos enfocados en la salubridad. El evento está guiado por cuatro ejes conceptuales: Tiempo, Espacio, Forma y Cuerpo.

El evento posee un Comité Científico internacional y lo organiza la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica del Norte en colaboración con la Universidad de Chile, y con la asesoría de la Red Iberoamericana de Historiadores de la Arquitectura Hospitalaria.

Fechas claves:
Recepción de resúmenes de ponencias hasta el 7 de julio de 2025
Comunicación de aceptación: 30 de julio de 2025
Recepción de ponencias extendidas hasta el 18 de agosto de 2025
Realización del 6SIHAH: miércoles 8 y jueves 9 de octubre de 2025
Tour Desierto de Atacama, ciudades industriales: viernes 10 de octubre de 2025

11.5.25

Aeropuertos extremos: arquitectura y soberanía en los bordes del país


Vía Polo, gaceta digital de la Patagonia.
Posted on Mayo 9, 2025 by paula-viano 

Un seminario organizado por la carrera de Arquitectura de dos universidades del Consejo de Rectores, exploró cómo la aviación y sus infraestructuras transformaron el territorio nacional, con énfasis en las regiones más alejadas de los centros de poder.

En el auditorio del Centro Asistencial Docente e Investigación de la Universidad de Magallanes (CADI-UMAG), se llevó a cabo el pasado 24 de abril el seminario “Aeropuertos extremos: arquitectura y modernidad en Chile (1953–1973)”, organizado en el contexto del 5º ciclo de conferencias de urbanismo y territorio, y financiado por el Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes (FONDART Nacional, convocatoria 2024).

La actividad reunió a destacados investigadores e investigadoras de las universidades de Magallanes y Católica del Norte, quienes presentaron estudios históricos, arquitectónicos y territoriales sobre el despliegue de infraestructuras aeroportuarias en las regiones extremas del país durante el siglo XX. Las ponencias compartieron un espíritu común: revalorizar los bordes, resignificar el patrimonio arquitectónico moderno y reconocer el potencial de las investigaciones desarrolladas en regiones.

Así, el seminario no solo permitió compartir resultados de investigación de alto nivel, sino también instalar una conversación pública sobre arquitectura, identidad y memoria en territorios periféricos. La actividad fue una expresión concreta de cómo el conocimiento situado, producido desde regiones extremas, puede iluminar nuevas formas de pensar el país desde sus márgenes.

Modernidad arquitectónica y expansión territorial

El académico de la UMAG Boris Cvitanic Díaz, responsable del proyecto, abordó el papel estratégico de los aeropuertos en el proceso de modernización nacional, así como su dimensión simbólica en contextos de aislamiento geográfico, como los de Antofagasta y Punta Arenas.


Cvitanic, Doctor en proyectos arquitectónicos, explicó que “la aparición y desarrollo del aeropuerto como tipo arquitectónico a lo largo del siglo XX estuvo marcado por una permanente transformación determinada por cambios tecnológicos, funcionales y técnicos”. A su juicio, estos espacios no sólo respondieron a exigencias técnicas de la aeronavegación, sino que también “se transformaron en la materialización de un proyecto moderno del lugar, adecuado a la tecnología del momento y alineado con los parámetros de la arquitectura moderna”.

La ponencia destacó cómo el desarrollo de aeródromos en regiones como Arica, Antofagasta, Puerto Montt o Punta Arenas fue parte de un esfuerzo estatal por articular territorialmente el país, superando su histórica centralización. En ese contexto, el Plan Nacional de Aeródromos impulsado durante el segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo (1952–1958) se presentó como una estrategia clave para dotar de conectividad y presencia estatal a los territorios periféricos.


Cerro Moreno: la monumentalidad moderna en el desierto

El segundo expositor, Claudio Galeno Ibaceta, director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica del Norte, presentó una investigación exhaustiva sobre la evolución del aeropuerto Cerro Moreno de Antofagasta. Desde los primeros campos de aterrizaje como Portezuelo y La Chimba, hasta la construcción del moderno terminal diseñado por Jorge Patiño González en 1969, Galeno trazó una historia de adaptaciones técnicas, decisiones políticas y expresiones arquitectónicas.

“La construcción monumental se posicionaba solitaria en ese desértico luminoso y amplio llano, contrastando con el despliegue de extensos planos de cubiertas que construían una amplia sombra”, comentó. El edificio fue pensado, dijo, como un refugio simbólico frente a las vastas dimensiones del paisaje nortino. Con sus columnas inspiradas en formas de cactus o en anclas abstractas —símbolo de Antofagasta—, el terminal integraba arte, técnica y territorialidad. “No se trata sólo de una implantación funcional o estética, sino que es sobre todo simbólica y medioambiental”, concluyó.


Chabunco: identidad regional en la arquitectura y el arte

Pilar Fernández Hechenleitner, investigadora del Departamento de Arquitectura de la UMAG, centró su presentación en el caso de Punta Arenas. Su trabajo, que forma parte de un proyecto FONDART regional en colaboración con Cvitanic, puso en valor el antiguo aeropuerto de Chabunco (1971–2001) como símbolo de identidad regional.

“Es muy probable que varios de ustedes nunca hayan entrado en ese edificio, básicamente porque el cierre de ese terminal se constituyó en el año 2001”, dijo a las y los estudiantes presentes. Fernández destacó que no solo el diseño arquitectónico del edificio —resuelto por Augusto Iglesias, Gonzalo del Canto y Humberto Grameña— fue relevante, sino también las obras artísticas interiores creadas por la desaparecida Escuela de Artesanía del Instituto de la Patagonia.
Interior del antiguo aeropuerto de Punta Arenas. Foto DGAC.

“Entre los objetos realizados destacaron un mural alfarero, la figura de un cacique mulato, mobiliario y revestimientos de madera regional, todos inspirados en motivos rupestres y saberes locales”, explicó. Para ella, esta integración convirtió al aeropuerto en una “imagen del territorio”, y en un espacio donde los oficios artesanales dotaron de narrativa cultural a un lugar concebido originalmente bajo parámetros genéricos.


Aeronavegación, territorio y soberanía


Finalmente, el doctor Daniel Matus Carrasco abordó la dimensión territorial y geopolítica de la red aeroportuaria chilena. Enfatizó que “Chabunco es la verdadera puerta a la Antártica”, destacando su capacidad para operar aeronaves de gran envergadura como el Hércules o el Antonov.

“Estacionar un avión puede parecer banal, pero es fundamental para la soberanía que se ejerce en el territorio antártico chileno”, afirmó. Según Matus, los aeropuertos no solo cumplen funciones logísticas o arquitectónicas, sino que “agrandan los espacios de soberanía”, al integrar nuevas escalas de control como el espacio aéreo.

Con una mirada desde la historia, el urbanismo y la geografía crítica, Matus propuso pensar la “aeronavegación extrema” como una categoría analítica que permite entender cómo se construyen las relaciones entre Estado, infraestructura y territorio en los márgenes del país.

Brasil devuelve el brillo al palacio que inauguró su arquitectura modernista

Vía El País.

El palacio Capanema de Río de Janeiro, de Lúcio Costa, Oscar Niemeyer y Le Corbusier, reabre tras de una década cerrado y una minuciosa restauración

Por Joan Royo Gual / Río de Janeiro - 11 MAY 2025 - 00:00 CLT

Brasilia, la futurista capital de Brasil inaugurada en 1960, aún era un páramo cuando en Río de Janeiro se ponían los cimientos del que estaba llamado a ser el primer gran edificio de la arquitectura moderna brasileña. El palacio Capanema, construido como sede del Ministerio de Educación, es una joya en la que participaron Le Corbusier, Lúcio Costa y Oscar Niemeyer. Tras una década cerrado, en la que a punto estuvo de pasar a manos privadas, este rotundo edificio de hormigón y cristal reabre ahora totalmente restaurado y con vocación de convertirse en un gran epicentro cultural.

El edificio es un rectángulo perfecto incrustado en el centro de Río de Janeiro: una caja de cerillas puesta en pie que parece flotar sobre decenas de pilotis, las columnas independientes en la planta baja tan representativas de la arquitectura moderna. Se empezó a construir en 1937 y se terminó en 1945. Sus novedosas soluciones y su estética rompedora para la época marcaron un antes y un después.

Las obras de restauración han costado 84 millones de reales (unos 15 millones de dólares) y el principal desafío ha sido encontrar materiales y piezas que ya no se fabrican, como las lámparas o el linóleo color chocolate del suelo. Lo contó esta semana, durante una visita para la prensa y autoridades, el directivo del Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional (IPHAN) Andrey Schlee, orgulloso de volver a ver brillar una joya que marcó un antes y un después en la historia de la arquitectura brasileña. “Es de 20 años antes que Brasilia. Aquí ya están concentrados todos los elementos que permiten que se hable de una arquitectura modernista brasileña”, decía orgulloso.

La historia del palacio Capanema tiene mucho de ambición y osadía. Era el Brasil del Estado Novo, la dictadura de Getúlio Vargas, que quería proyectar un Brasil fuerte cuando el mundo estaba a las puertas de la Segunda Guerra Mundial. El entonces ministro de Educación, Gustavo Capanema, quiso reunir las dispersas oficinas gubernamentales en un único edificio en la entonces capital, Río, y realizó un concurso público.

El ganador fue un proyecto de arquitectura ecléctica, como tantos otros, que no le convenció. No tuvo reparos en dar marcha atrás y convocar a algunos de los desclasificados: Lúcio Costa, Affonso Eduardo Reidy, Carlos Leão, Jorge Moreira y Ernani Vasconcelos. Después se unirían un treintañero Oscar Niemeyer (que aún no había firmado ningún edificio) y el maestro Le Corbusier, que actuó como consultor.

“Vamos a hacer una cosa valiente, interesante, vale la pena. Compondremos una comisión con esos chavales para hacer un proyecto del Palacio del Ministerio de Educación y Salud Pública, libremente. Les daremos la oportunidad de hacer una cosa avanzada”, dejó escrito el ministro, como recoge el libro Capanema Maru, de Sandra Branco Soares. Le Corbusier opinó y dio su visto bueno, pero en cuanto dejó Río, los jóvenes arquitectos brasileños modificaron su proyecto: hicieron el edificio más alto (16 pisos), lo que liberaba espacio para crear una gran plaza pública y le daba un aire más monumental.

Las obras avanzaron a pesar de numerosos contratiempos y retrasos, pero dieron lugar a un edificio repleto de detalles a pesar de su aparente austeridad: Uno de sus secretos está en los tonos de azul cielo que aparecen sutilmente, desde la azotea hasta los brise-soleil, las placas para controlar la iluminación desde la fachada. Son del mismo color que las cúpulas de la vecina iglesia barroca de Santa Luzia. Se establece así un diálogo entre lo antiguo y lo moderno que Costa se esforzó en mantener a lo largo del tiempo.

En los años ochenta, durante una restauración del edificio, el arquitecto se frustró al ver que se estaba repintando con un azul que no era exactamente el que él concibió, así que él mismo hizo la mezcla para dar con la tonalidad perfecta. Desde entonces, ese azul quedó registrado como azul Lucio Costa. El verde lo ponen los jardines de Burle Marx, el gran paisajista brasileño, pionero en el uso de plantas tropicales autóctonas. La fachada a pie de calle está recubierta de azulejos con motivos marinos de Candido Portinari, que también decora los interiores con varios paneles.  

Todas las obras de arte fueron minuciosamente preservadas durante uno de los periodos más convulsos que vivió el edificio: en 2016, el entonces presidente Michel Temer, que había llegado al poder tras un controvertido proceso de impeachment contra Dilma Rousseff, decidió suprimir el Ministerio de Cultura (cuyo embrión, décadas atrás, surgió en este edificio).

Cientos de artistas y jóvenes activistas ocuparon el palacio a modo de protesta. Los grandes salones albergaban asambleas y cocinas comunitarias, pero por todos lados se veían cuerdas protegiendo cuadros y mobiliario con carteles del estilo “Cuidado, este patrimonio es nuestro”. Durante los meses del Ocupa Minc (Ocupa el Ministerio de Cultura) los bajos del edificio eran un enjambre de gente, donde cada noche se improvisaba algo: igual tocaba una orquesta sinfónica que cantaba Caetano Veloso.

Tras el cierre, el Capanema pasó cuatro años acumulando polvo, y en 2021, el Gobierno de Jair Bolsonaro intentó ponerlo a la venta en una subasta de inmuebles del Estado. La decisión generó tal polémica que rápidamente se dio marcha atrás.

El objetivo ahora es que el palacio recupere su vocación popular, porque buena parte del edificio será visitable. El 60% tendrá usos culturales, y el resto albergará organismos oficiales. Entre los espacios a los que accederá el público estarán los despachos del ministro y del jefe de gabinete, cargo que ocupó el célebre poeta Carlos Drummond de Andrade, acérrimo defensor del edificio ante los críticos de su época: “El más débil [políticamente] de los ministerios iba poco a poco venciendo la ironía de unos, la mala fe de otros y la indiferencia de muchos”, escribió en sus anotaciones personales.

La azotea, con sus espectaculares vistas sobre la bahía de Guanabara y el centro de Río, albergará un restaurante y una cafetería. En el cuarto piso, los sinuosos muebles recibirán fondos de la Biblioteca Nacional abiertos a consulta pública, y el octavo se ha dejado con la disposición y los muebles originales de los tiempos de las oficinas del ministerio. A pesar de las separaciones de madera, el ambiente es luminoso y diáfano: el edificio también fue pionero en crear una planta libre que podía modificarse fácilmente.

El palacio Capanema reabrirá oficialmente el próximo día 20 con una ceremonia en la que participará el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, y a partir de ahí se espera que su agenda de actividades sea intensa. En julio albergará la cumbre de los presidentes de los BRICS. Con el esplendor original de vuelta, el Gobierno brasileño también planea presentarlo a la Unesco como candidato a Patrimonio de la Humanidad.