Por Claudio Galeno-Ibaceta sobre la interacción del arte con la arquitectura, desde Antofagasta y el Norte Grande de Chile. By Claudio Galeno-Ibaceta about the interaction between art and architecture, from Antofagasta and the Large North of Chile.
26.5.13
Jesus Bermejo y el Edificio Copelec en Chillán, sobre la reconversión en Museo Eléctrico y centro cultural
Vía La Discusión.
Arquitecto de Edificio Copelec: “Nos pidieron un edificio que tuviera luz, sol, color y gran originalidad”
Publicado el Domingo, 19 Mayo 2013 01:19
Escrito por Carolina Marcos
“Estoy contento con la noticia”. Esta es la primera frase que lanza Jesús Bermejo desde España al referirse a la decisión de los ejecutivos de Copelec de reconvertir el edificio y crear un museo eléctrico y un centro cultural abierto a la comunidad.
La buena nueva llegó de la mano de los tantos amigos que Jesús Bermejo dejó en Chile y a través de su correo electrónico. Se siente parte de esta decisión porque en su última visita en el 2012 se había planteado la posibilidad a los ejecutivos y personeros del Consejo de Monumentos que Bermejo conoce muy bien.
Nació en España en 1928 y entró a estudiar Arquitectura en ese país en la década de los cuarenta. Es ahí donde conoce a los arquitectos chilenos Isidro Suárez y Juan Borchers, quienes lo invitan a Sudamérica. “Yo estaba estudiando Arquitectura en Madrid cuando conocí a Isidro y Borchers. La enseñanza era muy academicista y un poco reaccionaria en la escuela donde yo estaba. Ellos me convencieron de ir a Argentina, a una escuela en la Provincia de Tucumán que luego se desarmó. Ahí trabajé proyectando un hospital y una casa de retiro. Luego me vine a Chile para trabajar con Isidro y Juan, me quedé y con ellos hicimos luego el proyecto de un fundo en la costa, al norte de Cartagena”, recuerda al otro lado del teléfono, como si fuera ayer.
Y no sólo eso. Además del edificio de la Copelec, el trío se hizo cargo de otras obras como la Casa Meneses, y el proyecto para el concurso del Centre Pompidou. En 1962 inicia junto a sus compañeros (ambos ya fallecidos) la edificación de Copelec. Once años más tarde, en 1973, se devolvió a España porque su madre había fallecido. Estando allá, vino el golpe de Estado chileno y no pudo regresar. Durante las últimas décadas trabajó en la Universidad Politécnica de Madrid y fue director de proyectos de esa casa de estudios hasta que se jubiló hace algún tiempo. Actualmente hace cátedra en la Universidad Alfonso El Sabio de ese país y aunque no se afincó en nuestro país, mantiene un departamento en Santiago porque todos los años pasa una temporada aquí. Este 2013, planea regresar en julio y una nueva visita a Chillán es uno de los puntos que más emocionado lo tiene.
-¿Qué le pareció la noticia de la pronta reconversión del edificio?
-No lo sabía. Unos amigos de Chile me enviaron la nota aparecida en su diario. El año pasado fui hasta Chillán con el director del Consejo de Monumentos Nacionales, Emilio de la Cerda; y el arquitecto Rodrigo de la Cruz. Fuimos con el gerente Patricio Lagos y el director Manuel Bello a visitar el edificio. En ese momento se habló la posibilidad de completarlo y hacer de él un lugar más habitable. Me tomé la noticia muy contento.
-¿En qué condiciones se encuentra el edificio a raíz de lo que usted pudo ver el año pasado?
-No está tan destruido como yo pensaba. Hay que limpiar, mejorar la habitabilidad y completarlo con la construcción de un estanque de agua en el exterior. Se trata de un espejo de agua de 30 centímetros de profundidad, no es para ahogar a nadie. Esto se proyectó con la intención de que el edificio se refleje y se despliegue. Estaba en el proyecto original, pero no lo terminamos. Pensamos que podríamos regresar en otro momento y hacerlo, pero nunca se dio la oportunidad.
-¿Cómo se involucra con la construcción del edificio en Chillán?
-En la década de los cincuenta, yo me encontraba dibujando en el estudio de Isidro. Su hermano había sido ministro de Agricultura del Presidente Ibáñez, eso lo recuerdo nítidamente. Estaba yo dibujando y un día llegó al estudio la gente de Copelec. Nunca se me va a olvidar el encargo que nos hicieron. Ellos dejaron en claro que querían luz, sol, color y gran originalidad. Luego, se sumó Borchers quien estaba en Europa. Él se encargo de dirigir la obra por carta en una primera etapa.
-¿Cómo nace la inspiración al momento de ejecutar los planos?
-Fue saliendo de a poco. Trabajamos sobre esquemas, principios, pilares. Queríamos que el cruce de vigas quedara perfecto, que los muros fueran curvos, darle un sentido de este a oeste para que soportara los esfuerzos de los sismos. Sabíamos que con su forma lograríamos una edificación transparente.
-¿Cuánto tiempo se trabajó?
-El proyecto se planteó en septiembre de 1962. En el invierno de 1963 hicimos el forjado y la losa. Las obras se detuvieron en 1964. Estaba más o menos hábil y quedó ahí. Faltó el estanque, una pasarela que sale del piso de arriba para el acceso y una pantalla para separar los talleres que se encuentran al fondo.
-¿La idea fue siempre dejar la obra gruesa expuesta?
-Sí, porque en sí mismo el hormigón es muy expresivo. En aquella época las obras más interesantes eran así.
-¿Es verdad que trabajaron de noche?
-Dos veces. Fue cuando hicimos la losa. Queríamos hacerla de una vez y para esto nos quedamos toda la noche. Recuerdo que era invierno y necesitábamos que el hormigón fraguara, pero teníamos una temperatura bajo cero. Ahí calentábamos agua para mantener el hormigón húmedo. Y un verano, llamamos a los bomberos para que lo mojaran gracias a que uno de los funcionarios de Copelec pertenecía al Cuerpo de Bomberos. Preguntó si necesitábamos agua en cantidad y él mismo se encargó de llamar a sus compañeros.
-¿Copelec es su obra más importante?
-Yo pienso que sí respecto a mí. Es una obra que se ha expuesto hasta en Arabia Saudita. Aquí en España se hizo conocida cuando se publicaron algunas fotos en la Revista Hogar y Arquitectura.
De España a Chillán
-¿Cómo fue su estadía en Chillán?
-Todos fueron muy amables. Había una cafetería en una esquina que pertenecía a un señor que tenía unas hijas. Ahí comíamos y siempre recuerdo que este señor no tenía permiso para vender bebidas alcohólicas, así es que nos daba Coca Cola y Ginger Ale (que en el fondo era vino tinto y blanco, respectivamente). Espero que diciendo esto ahora no le den una multa (risas).
-Chillán en materia arquitectónica tiene mucho qué contar ¿Cuán importante fue la reconstrucción post terremoto de 1939?
-Cuando llegamos a Chillán, hace poco habían entregado la Catedral. En aquella época era una ciudad muy distinta a lo que es actualmente. Ha cambiado mucho. Recuerdo que vivir allá era atractivo porque todos tenían muy buena voluntad. Los mismos obreros del edificio eran empleados de Copelec y ellos demostraron mucho interés por el trabajo que se desarrolló porque en el fondo lo hicimos con muy pocos medios y recursos. No teníamos ni grúa y un chofer de la cooperativa inventó una para nosotros. Había una especie de afán de reconstrucción. Yo entiendo que esa etapa fue muy importante a través de las obras como la misma Catedral. Hay que ver lo que ocurre en otros lugares, por ejemplo en Japón, en donde también tiembla mucho y las técnicas se van perfeccionando cada vez más.
-¿Cuánto cobraron por las obras en Copelec?
-No lo recuerdo, no debe haber sido mucho tampoco.
-Si lo llaman para terminar las obras y encabezar la restauración ¿estaría dispuesto a colaborar?
-Encantado asumiría ese desafío.
Compañeros de vida y pasión
Fue Borchers quien comenzó a empaparse de los principios de la arquitectura moderna desde la Universidad de Chile, en donde estudiaba. Su postura ante la exigencia urgente de un cambio de planes metodológicos para la enseñanza de la carrera que le quitaba el sueño le valió la expulsión de la universidad. Siete años más tarde, lo dejaron regresar para obtener el título universitario.
Durante ese tiempo se dedicó a viajar por el mundo y a escribir varios manifiestos en donde deja entrever su postura modernista, sobre todo después de conocer a Le Corbusier en París, en 1938. En España, no sólo comienza a investigar la Teoría de la Arquitectura, sino que además, conoce a su gran colaborador, Jesús Bermejo. Junto a él y a su coterráneo puntarenense, Isidro Suárez, da vida al Taller Borchers, el que se dedicaría por varios años a levantar edificaciones especiales bajo los preceptos modernistas y funcionales.
Borchers falleció en 1975 a consecuencia de un ataque cardíaco, y muchas de sus obras fueron editadas en forma póstuma
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