Vía El Diario de América.
Postal de la Plaza Colón enviada el 12 de enero de 1906. Archivo de Postales de Claudio Galeno, CLANT02-003. |
Desde su origen en 1869, la Plaza Colón ha sido un punto central en la vida urbana de Antofagasta. Más allá de sus monumentos y edificaciones, este espacio encarna dimensiones patrimoniales que abarcan desde la memoria de la ciudad hasta episodios trágicos.
La Plaza Colón de Antofagasta es más que un hito arquitectónico: es un espacio cargado de memoria histórica, donde convergen la vida cotidiana y la tragedia. Desde su trazado inicial este lugar ha sido un sitio de memoria y testimonio del devenir histórico de Antofagasta. Su valor arquitectónico, poético y social la convierten en un espacio donde convergen pasado y presente, consolidándola como un símbolo del patrimonio urbano.
Las plazas fundacionales han sido tradicionalmente consideradas espacios patrimoniales por la arquitectura y monumentos que las rodean, pero su valor trasciende lo material.
Claudio Galeno-Ibaceta, director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica del Norte e Investigador Principal del Núcleo Milenio Patrimonios NupatS, destaca que “las plazas son un excelente paradigma, pues han sido escenarios fundamentales tanto de la vida cotidiana como de diversos eventos y manifestaciones urbanas”.
En este sentido, la Plaza Colón de Antofagasta no solo es un lugar de encuentro y esparcimiento, sino también un escenario de memoria. Luis Alegría, subdirector de Investigación del Servicio Nacional del Patrimonio e investigador principal del Núcleo Milenio Patrimonios NupatS, resalta que “las plazas han sido testigos de acontecimientos que recordamos, otros que olvidamos y algunos que han sido ocultados porque resultan incómodos, exigiéndonos madurez, responsabilidad y respeto por la diversidad de habitantes, minorías y pueblos originarios”.
La historia de la Plaza Colón está marcada por la bonanza salitrera, el desarrollo urbano y la violencia social. Mientras en los primeros años del siglo XX la ciudad se modernizaba, el conflicto laboral crecía. La huelga de febrero de 1906, originada por la demanda de mejores condiciones laborales, culminó en una brutal represión cuando el gobierno ordenó el desembarco de tropas y el uso de la fuerza contra los trabajadores reunidos en la plaza.
“El 6 de febrero de 1906, en ese frágil contexto y frente a las protestas de una huelga multitudinaria, se llevó a cabo una represión planificada contra los huelguistas, resultando en una masacre con muchas víctimas fatales”, explica Galeno-Ibaceta. La tragedia fue reportada por el diario El Industrial, que tituló “Los sangrientos sucesos de la semana pasada” y describió “la espantosa magnitud de la matanza del martes”
A pesar de la censura de la época, la memoria de la masacre ha sido rescatada por distintas generaciones.
Desde el radioteatro Una plaza para la muerte en 1971, hasta la instalación de un memorial en 2016 y su posterior refuerzo en 2019, la reivindicación de este episodio ha crecido. “Estos esfuerzos han conectado con generaciones previas, como el artista Marko Franasovic y la poetisa Nelly Lemus”, señala Alegría, resaltando la continuidad de la memoria social.
Pero la plaza no solo ha sido un espacio de tragedia, sino también de expresión cultural. En 1929, el poeta Andrés Sabella realizó una performance poética lanzando su hojaliteraria Carcaj desde un avión sobre la multitud que salía de misa. Este gesto, según algunos investigadores, forma parte del patrimonio inmaterial de la plaza.
Galeno-Ibaceta concluye que la Plaza Colón es “un sitio patrimonial y de memoria con múltiples dimensiones: histórica, poética, arquitectónica, inmaterial, y sin duda, trágica y reivindicativa”. Su legado no solo se expresa en sus monumentos, sino en la memoria de quienes la han habitado y resignificado a lo largo del tiempo.
Postal de la Plaza Colón enviada el 17 de abril de 1906. Archivo de Postales de Claudio Galeno, CLANT02-001. |
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