14.5.07

Servicio de Seguro Social de Antofagasta, Demolido


La prestigiosa oficina Bresciani, Valdés, Castillo, Huidobro legó al norte de Chile un número significativo de destacadas obras arquitectónicas. Al observar la diversidad de su obra, desde la población Chinchorro en Arica hasta la Hostería de Chañaral, por mencionar algunos, resalta la versatilidad en las resoluciones, que aun siguiendo el lenguaje más racionalista de la modernidad, destacan por su adaptación a la singularidad de sus emplazamientos.

Una de las obras más entusiastas con el discurso moderno, fue el destacado edificio del Servicio de Seguro Social de Antofagasta, lamentablemente demolido el año 2005. Según palabras del arquitecto Héctor Valdés, en el desarrollo del proyecto se esforzaron por “lograr una proposición espacial, volumétrica y arquitectónica, ajustada al programa, al lugar y al carácter del edificio”.

La obra es consecuente con los principios de la modernidad, pero fundamentalmente adecuada al clima, al paisaje desértico y a las características particulares del lugar. Con esa aspiración, en un proyecto de escasos metros cuadrados, se aplicaron varios de los conceptos predicados por la nueva arquitectura: planta libre, estructura independiente de las fachadas, ventana corrida, pilotís y quiebra-sol, logrando una composición armónica con la condición de esquina y con la pendiente del terreno, lo que acentuaba su expresión de volumen geométrico suspendido. Ese edificio estaba revestido con una piel de bloques perforados, que tamizaban la intensa luminosidad del desierto y que transmitían una imagen conceptual clara de arquitectura adecuada al medio ambiente.

El edificio, uno de los casos paradigmáticos de la modernidad chilena, a pesar de todas sus virtudes, no tuvo buena fortuna. Al deterioro generado por un asentamiento del terreno en los años setenta, se sumaron paulatinas mutilaciones e intervenciones sobre el proyecto original, demoliendo la gran escalera de acceso y retirando el revestimiento original de bloques perforados. Su fatal destino culminó con el remate de la obra, derivado de la quiebra del último dueño, y su lamentable posterior demolición sin cumplir siquiera cincuenta años. Su desaparición es la inocente prueba de nuestro ofuscamiento por la vertiginosa y prometedora contemporaneidad, donde asistimos impávidos a la fragmentación de nuestra herida e incompleta memoria social, fruto del escaso reconocimiento del gran valor de nuestro patrimonio arquitectónico reciente.

Por Claudio Galeno

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