18.4.15

Antofagasta, la ciudad ficcionada, por Constanza Castro

Vía El Mercurio de Antofagasta.



Existe una Antofagasta imaginada que mora en los universos simbólicos de cada persona que la recorre y la habita. Existe una Antofagasta reconstruida capa por capa por nuestra literatura local, que tiene más de cien años de existencia, y que está urdida por crónicas, relatos o poemas que se entrelazan generando tensiones, contradicciones y síntesis sobre el territorio que creemos estar pisando.

Este año se ha hecho el ejercicio de crear un mapa literario de la ciudad, georeferenciando citas de autores locales que hablasen concretamente de hitos o espacios reconocibles de esta capital del desierto. Este trabajo arqueológico nos llevó a descubrir, desenterrar y releer textos que obedecen a diferentes momentos históricos, que hablan de una urbe protagonista y cómplice de diversos constructos mentales, prácticas discursivas de producción de sentido que están, por lo general, socialmente determinadas. Es decir, a pesar de las diferencias, leemos una Antofagasta reconocible por todos, identificable con nuestro imaginario colectivo, en los diversos y disímiles textos recogidos. En la narrativa: Norte Grande de Sabella, Geología de un planeta desierto de Jara, Himno de un ángel parado en una pata de Rivera Letelier, El entusiasmo de Skármeta, Puerto de embarque de Bahamondes, El incendio del astillero de Salvador Reyes, Geometría del desastre del prometedor autor novel Jorge Cifuentes y Razones para no morir triste de Bórquez. En poesía es aún más notable la producción de subjetividades respecto de la ciudad: Gerardo Claps, Nicolás Ferraro, Miguel y Marietta Morales, Danilo Pedamonte.

Sin la intención de construir un canon antofagastino para la literatura local, se logró, a partir de la lectura conjunta de estas obras de distintas épocas, apreciar los cambios en las costumbres, en las ideas, en el paisaje tanto natural como arquitectónico, en la manera en que los ciudadanos se relacionan con su entorno y su contemporaneidad. Caminar por el centro histórico de Antofagasta con un mapa en mano permitió reconocerla y compartir reflexiones acerca de la comprensión de los procesos y cambios vividos en una ciudad que va mutando físicamente y también en nuestra imaginación.

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