9.7.18

El Museo del Prado mira a América

Vía El País.



La cátedra de la pinacoteca está dedicada a la pintura colonial, un lenguaje que hace un viaje de ida y vuelta entre ambas orillas del Atlántico

Por Rut de las Heras Bretín

El Prado cruza el charco. Esta es una manera coloquial de explicar el objetivo de la próxima Cátedra del museo, una de las principales líneas de actuación de su Centro de Estudios, que lleva el título De la pintura a la era de la imagen: España / Nueva España. Pero no solo atraviesa el Atlántico en una dirección, este programa hace un viaje de ida y vuelta y en esto incide Jaime Cuadriello, su titular, quien ha configurado el ciclo de conferencias y de seminarios que conforman este curso. En esta octava edición de la cátedra se ha apostado por introducir ciertas novedades: el museo no se queda en sí mismo; lanza una mirada hacia el exterior, a obras y artistas que no expone. “Queremos ampliar los horizontes”, ha apuntado este martes, Andrés Úbeda, director adjunto de conservación del Prado.

Cuadriello ha planteado un acercamiento al arte colonial a través de cuatro artistas procedentes tanto del viejo como del nuevo continente: Baltasar de Echave Orio (Zumaia, Gipuzkoa, 1548/58 – México, 1623); Sebastián López de Arteaga (Sevilla, 1610-México, 1655); Rafael Ximeno y Planes (Valencia, 1759 - México, 1825); Juan Rodríguez Juárez (Ciudad de México, 1675-1728). Tres españoles y un mexicano que tanto pueden dialogar entre sí, como entablar relaciones con las colecciones del Prado. “Es un planteamiento a favor de la permeabilidad, no para que los pintores compitan”, explica el director de la cátedra, investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de México.

El experto reflexionará sobre la transformación que en los últimos 35 años han experimentado las narrativas sobre la pintura colonial, una disciplina que se está en construcción. “No hay canon, no hay relato, no hay catálogo, el universo visual es anónimo”, afirma y corrobora que el término “colonial” no tiene connotación peyorativa. “La movilidad de estas imágenes no deja de sorprendernos. Puedes encontrar a un discípulo de Miguel Ángel trabajando en Lima, Perú, o enconchados mexicanos [técnica pictórica realizada con incrustaciones de nácar procedente de conchas de moluscos] satisfaciendo el mercado español del momento”. Es una asignatura pendiente a lo largo de los siglos en los que se ha desarrollado la historia del arte, no solo no ha tenido hueco en los planes de estudio, tampoco en los museos. Es ahora, cuando se cuestiona la visión eurocentrista de la historia del arte y se buscan otras narrativas y otras formas de aproximarse a las colecciones, cuando estas obras empiezan a encontrar su lugar, tanto que actualmente ocupan uno en la Quinta Avenida de Nueva York, en el Metropolitan Museum, con la exposición Painted in Mexico, 1700-1790: Pinxit Mexici de la que Cuadriello es cocomisario.

Y aunque los fondos de arte colonial que pertenecían a las colecciones reales no se encuentran en el Prado, están en depósito en el Museo de América (Madrid), el mejor en el mundo de obras de este periodo como afirman el director de la cátedra y el del Prado, Miguel Falomir, la pinacoteca ha considerado el momento de dedicarse a ello. “Debería ser difícil hablar de historia del arte en España sin tener en cuenta el arte colonial. Hemos de repensarla y revisar lo que no se ha hecho bien”, defiende Falomir que sabe que el centro tiene la capacidad de crear expectativas, de ser altavoz, por visibilidad y capacidad económica, más que el Museo de América. Así, este martes, se ha abierto el plazo de inscripción para las conferencias que tendrán lugar en noviembre y para los seminarios, más específicos, e impartidos para 20 estudiantes que obtengan una beca para participar.

Este programa académico es muy especializado, pero es un inicio con el que responder a una necesidad cada vez más urgente en los museos, simplemente porque es también un requerimiento de la sociedad: la inclusión de todos los públicos, de todas las lecturas y puntos de vista. Falomir deja abierta la posibilidad de una futura exposición y a Cuadriello lo que le gustaría no es una gran muestra desmesurada que consista en “hacer una check list” con un gran número de obras, si no ir a los conceptos como el retrato, el costumbrismo del siglo XVIII, y, a partir de ahí, que obras de una orilla y otra del Atlántico hablen.

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