27.1.13

Charlotte Perriand, demasiado pronto. Por: Anatxu Zabalbeascoa | 16 de agosto de 2011

Chaise longue basculante. © Archives Charlotte Perriand—ADAGP, Paris & SPADA, Tokyo, 2012.

Vía El País.

Dos áticos y dos viajes retratan a esta diseñadora francesa, hija de un sastre y una costurera. En la década entre 1920 y 1930, Charlotte Perriand (París, 1903-1999) leyó Hacia una arquitectura de Le Corbusier. Convencida de que cualquier trazo de más debía erradicarse de los amueblamientos domésticos y segura de que la estética maquinista debía adueñarse del interior de las viviendas, se presentó en el estudio al que se había trasladado el arquitecto suizo, en el 35 de la calle Sèvres, de París y llamó a la puerta. El maestro abrió y se la cerró tras un breve intercambio de frases:

-“Aquí no bordamos cojines” fue su piadosa respuesta. No tardaría en pedirle perdón.

El primo y socio de Le Corbusier, Pierre Jeanneret, lo llevaría a ver el Bar bajo el techo de cristal que la Perriand había levantado en la mejor estancia de su piso de recién casada, el primer ático de esta historia. A Le Corbusier le impresionó aquel interior luminoso y transparente levantado con vidrio, aluminio y metal. Fue entonces cuando pidió perdón y le ofreció trabajo a Perriand. Pronto comenzaron a diseñar juntos. Cobrar sería otro tema, tardaría más en llegar. Mientras, la diseñadora distraía el frío abrigando sus piernas con papel de periódico. Aun así, durante el lustro largo que permaneció trabajando para Le Corbusier, el frío y la falta de medios no le hicieron dudar de la estética helada y maquinista que proponían sus modelos B 301, para conversar; LC2, para relajarse y 306, la famosa Chaise-Longue que Perriand popularizó (es un decir) entre los arquitectos al posar tumbada en ella con las piernas cruzadas.

Hasta conocer a Perriand, Le Corbusier había amueblado sus interiores con las famosas y atemporales sillas Thonet, en madera curvada. De modo que, en Perriand, el arquitecto encontró a su mueblista. Pero Le Corbusier no fue el único arquitecto de Perriand. Tras divorciarse de su primer marido, la diseñadora inició una nueva vida en un segundo ático. Allí no construyó un bar de cristal, pero instaló una escalera en la ventana del baño para acceder a la cubierta del edificio y hacer allí sus ejercicios gimnásticos diarios con Montparnasse a los pies. Debió ser durante una de esas esforzadas rutinas cuando Perriand recordó el otro escenario de su infancia.

Más allá de criarse entre las agujas y los diseños de sus padres, Charlotte Perriand había corrido por la casa de sus abuelos en Saboya cuando era niña. Por eso, tras abandonar el estudio de Le Corbusier y al tiempo que comenzaba a trabajar para el pintor Fernand Léger, pero antes de hacerlo para Jean Prouvé, Perriand comenzó a experimentar con materiales más rústicos: cañas, madera y eneas. El campo le despertó el deseo de tocar superficies cálidas y la posibilidad de diseñar para un público más amplio.

Con todo, la Segunda Guerra Mundial la pilló en Japón. Se había trasladado allí para asesorar en la oficina de comercio sobre el tipo de diseño contemporáneo que podía interesar en occidente. Cuando Japón se alió con Alemania, Perriand trató de volver a París, pero quedó atrapada en Vietnam, donde viviría durante cuatro años y donde nacería su hija Pernette. Puede que fueran esos dos viajes, las vacaciones en casa de sus abuelos y la larga y accidentada estancia en Asia, lo que le diera opción a Perriand a trabajar con el bambú. La empresa Cassina ha producido este año la chaise-longue Tokyo, que la diseñadora firmó durante sus años asiáticos y que nunca, hasta ahora, había sido producida de manera industrial.

La vida asiática marcó los nuevos intereses de Perriand, cuando, de vuelta en París, comenzó a diseñar mamparas y también viviendas prefabricadas. “Fue el proceso de análisis, no un estilo, lo que nos marcó a los modernos”, escribió en su autobiografía Une vie de creation, publicada en 1998, un año antes de que, ya nonagenaria, falleciera en París.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario