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Patrick Hamilton, Handsaws Construction, 2013. Copper and plastic, 400 cm. Courtesy Gonzalez y Gonzalez, Santiago del Chile.
Vía La Tercera.
Tras nueve años sin exhibir en Chile, el artista, que acaba de estar en la Bienal de Venecia, reúne parte de sus últimas obras en el MAC, desde el martes.
Para Patrick Hamilton (39), la escena mundial del arte es similar al ranking ATP del tenis profesional: para llegar a estar entre los 10 mejores, es esencial haber ganado varios Master Series y por lo menos un Grand Slam. “El circuito afuera es muy estructurado. En este momento hay sólo dos ferias importantes en el mundo, Art Basel y Frieze, de Londres. En bienales hay varias, pero la cumbre indiscutible es Documenta Kassel”, dice Hamilton.
En ese escenario, se podría decir que el chileno va bien encaminado. En la última década, ha expuesto en la Bienal de Sao Paulo en Brasil, en la feria Armory de Nueva York, en Art Basel-Miami, y este año estuvo en el Pabellón de la Urgencia de la Bienal de Venecia invitado por el peruano Jota Castro.
Aunque hace nueve años que no expone de forma individual en Chile, Hamilton tiene su centro de operaciones en Santiago, donde además es profesor de la U. Diego Portales. Desde el martes la muestra Progreso resume sus últimos años de producción, en el MAC de Parque Forestal. Allí, desplegará una serie de objetos, fotos e instalaciones que reflejan los temas centrales de su obra: la relación entre trabajo, desigualdad y espectáculo en el contexto económico actual.
Para hablar del agotamiento del trabajo rural, Hamilton creó una instalación con machetes doblados en forma de mandala, y para tocar el tema de la segregación social, hizo un mural con rejas de puntas, las mismas que se usan para proteger las casas del barrio alto. Una de sus últimas obras es una foto del Costanera Center, recubierto con un material que simula mármol. “Ahí está la idea de la impostura, del falso éxito, una arquitectura lujosa, pero vacía”, dice Hamilton, quien en marzo de 2014 expondrá obras de esta misma serie en el Museo del Bronx, en Nueva York.
Trabaja mucho afuera, pero sigue viviendo en Chile, ¿por qué?
Elegí quedarme porque mi obra nace de una realidad local. El contexto económico, social y cultural de la posdictadura es mi tema. En ese sentido no me sirve vivir en Nueva York o Londres, además que es inmensamente más caro.
¿Por qué la estética es tan importante en su obra?
No me interesa hacer un panfleto de la desigualdad o la violencia, me gusta que la lectura de mi obra no sea directa y para eso uso el lenguaje del diseño y la publicidad. Mostrar este mural geométrico perfecto, pero hecho de puntas de rejas, tiene una carga simbólica de división social. Lo que intento es evidenciar cómo la publicidad y los medios de comunicación te venden un mundo bello, sin fisuras, un país fantástico, pero que esconde otras realidades.
¿Y esa falsa publicidad afecta a la escena del arte también?
Por supuesto. Chile tenía una tradición crítica y una densidad que se ha perdido. Cuando era estudiante mis modelos eran Alfredo Jaar, Eugenio Dittborn o Gonzalo Díaz y mi sueño era llegar a Documenta Kassel. Para mí, el arte tiene que ver con reflexionar sobre la realidad, pero hoy la gran mayoría de los artistas jóvenes sólo quieren vender. Es perverso que los paradigmas del arte los imponga el mercado, las ferias y no los museos o la crítica experta.
¿Eso lo hace contrario a las ferias?
Las ferias de arte se instalan cuando se cuenta con un grupo de coleccionistas, instituciones públicas y privadas consistentes que la avalan. En ese sentido, la Feria Chaco es engañosa. No quiero decir que esté en contra del mercado, yo mismo he estado en decenas de ferias, pero la feria no puede ser lo único. Finalmente, ese es el peor contexto para que un artista exhiba su obra y para que ésta dialogue con el público. En Chile necesitamos museos sólidos, porque la feria de arte no es más que un supermercado.
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