17.7.16

Lo mejor de la Bienal: 1-Arquitectura de la intersección

Vía Del tirador a la ciudad.



Por: Anatxu Zabalbeascoa | 11 de julio de 2016

En una Bienal tan reivindicativa de lo elemental, de trabajar con lo que se tiene a mano, de recurrir al ingenio, de revalorizar herramientas y materiales tradicionales y de, incluso, reivindicar el clasicismo -Aires Mateus o Chipperfield- como vía para asegurar la larga vida de una arquitectura más sostenible reconforta adentrarse en una construcción temporal que con una geometría básica y pocos medios consigue simbolizar las ambiciones más artísticas de la arquitectura: la belleza, la monumentalidad y el misterio.

Mauricio Pezo y Sofía von Ellrichshausen han construido un laberinto en los jardines de la Bienal. Lo han hecho con diez círculos de diámetros variados (entre dos y siete metros). El pabellón se llama Vara porque esa medida, tan poco precisa, era la que se empleaba en la construcción de las ciudades coloniales latinoamericanas. Así, su pabellón es una arquitectura que no necesita explicación alguna, pero que se enriquece con ellas. Como la vara y su inexactitud, el proyecto defiende el azar y el tacto desde una geometría muy precisa –una estructura de acero- pero recubierta de yeso que parece contener las marcas de los dedos de los operarios. El propio color, verde azulado intenso, recorta la intervención al tiempo que la integra en el paisaje de los jardines.

El collar de círculos y sus intersecciones abren pasajes, encierran patios y enmarcan un lugar densamente poblado durante la Bienal ofreciendo vistas inesperadas. Hay y no hay jerarquía en el orden aparentemente aleatorio de estas circunferencias. Pezo y von Ellrichshausen defienden que la arquitectura es una forma de conocimiento. Por eso con medios muy básicos han construido un lugar inolvidable “que aspira a ser algo más de lo que es”. Eso es para ellos la arquitectura. Y en Venecia han necesitado poco para transmitirlo.

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