16.11.16

Arte, fotografía y arquitectura se funden en un bosque de Brasil



Vía EFE.

Arte contemporáneo a gran escala, fotografía de autor y una arquitectura sorprendente se suman en el Instituto Inhotim, un museo al aire libre escondido en medio de un bosque del sudeste de Brasil.

Este espacio cargado de experiencias sensoriales aglutina veintitrés exposiciones, cuatro de ellas itinerantes, que se relacionan con la naturaleza de una manera directa.

Atrás quedan en Brasil el carnaval de Río de Janeiro o las playas vírgenes de Itacaré, estereotipos del turismo de un país que esconde en el municipio de Brumadinho, en el estado de Minas Gerais, más de 700 trabajos de cerca de 200 artistas de diferentes partes del mundo.

Paraíso artístico

Una de las obras más impactantes es “De lama lâmina” del estadounidense Matthew Barney, a la que solo se puede llegar después de atravesar un pequeño camino silvestre.

En medio de la espesa vegetación, aparece una especie de iglú con espejos y en su interior una gigantesca máquina industrial cuyas ruedas están envueltas en una espesa capa de barro mientras uno de sus brazos agarra el tronco de un árbol blanco de polietileno.

“Es una cuestión de la tecnología en contraste con la naturaleza porque el árbol es de plástico y la máquina fue hecha precisamente para destruirla, y todo ello en medio de la naturaleza”, explica a Efe Víctor Braz, de Inhotim.

Al pasear por el interior de este lugar uno se verá reflejado en cada uno de los espejos con forma de rombo lo cual provoca una sensación de multiplicidad alrededor de la obra.
Una mujer en el Instituto Inhotim, Brasil. Foto: EFE/ Antonio Lacerda

Las creaciones del Instituto Inhotim, con una superficie de unas 110 hectáreas, rozan en ocasiones lo mágico como ocurre con la intrigante “Elevazione”, del italiano Giuseppe Penone.

En medio de una vasta pradera diáfana, un castaño centenario fundido en bronce permanece suspendido en el aire a una altura que permite al visitante pasar por debajo y observar su corazón.

El castaño de metal está sujeto al suelo gracias a unos pies de acero y plantados al lado hay cinco ejemplares de una especie local de árbol, el Guaritá, que, a lo largo de los años, han crecido hasta crear un conjunto arquitectónico natural.

Este paraíso artístico, abierto al público desde 2006, también propone contrastes tan variados como el hecho de toparse con tres coloridos Volkswagen Tipo 1, modelo más conocido como “Escarabajo” o “Vocho”, idea materializada por el brasileño Jarbas Lopes.

La fotografía del hispano-brasileño Miguel Rio Branco retrata en diferentes formatos audiovisuales la prostitución de Pelourinho, uno de los barrios más pobres de Salvador de Bahía, en un trabajo documental estético y social al mismo tiempo.

En otra sala a oscuras y e incomunicada Rio Branco expone “Tiburones de seda”, una obra perturbadora compuesta por las imágenes de estos escualos impresas en unas telas que llaman al espectador a tocarlas con su propio cuerpo.

Una fortaleza laberíntica de ladrillos acoge más de 500 fotografías de Claudia Andújar, fotógrafa brasileña nacida en Suiza, que convivió durante casi una década con el pueblo indígena Yanomani, que habitan en el Amazonas.

Conocido ampliamente por el público nacional, el Instituto Inhotim recibe solo a un 13 % de turistas extranjeros, como Greta, que repite después de conocerlo por primera vez hace tres años.

“Vuelvo porque las exposiciones van cambiando y es realmente interesante. No hay ningún lugar en el mundo como este”, comenta a Efe esta joven italiana.

El Instituto Inhotim recibió en 2010 el título de Jardín Botánico de la Comisión Nacional de Jardines Botánicos de Brasil ya que en su interior alberga cerca de 4.200 especies de plantas, algunas de ellas en peligro de extinción.

“Es diferente, muy diferente”, sentencia el japonés Keisuke Kitayama, de visita con varios de sus compatriotas.

Arte, arquitectura, conservación y también programas de inclusión social para la población local y fortalecimiento del mercado artesanal, como los inciensos naturales que vende Joao Francisco de Souza de camino a la Galería Fonte.

“Estoy asustado por la diversidad de plantas que tenemos aquí de biodiversidad nativa y estoy soñando con la de inciensos que podría hacer en este lugar”, apunta.

El ambiente bohemio que destila el Instituto Inhotim invita a vivir en primera persona el arte contemporáneo transformado en magia y sin necesidad de entenderlo, basta solo con abrir los cinco sentidos.

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