Foto Alfonso Campusano © Archivo Claudio Galeno
A unos cuantos meses de celebrarse el Bicentenario de nuestra nación, mucho se habla sobre patrimonio e identidad. En este sentido, el rescate de ciertas obras arquitectónicas, comienza a asomarse como una necesidad importante a la hora de “hacer ciudad”, concepto acuñado por urbanistas para referirse a crear entornos amables con los que el habitante se identifique y, por lo tanto, valore en toda su dimensión.
Por Claudia Zazzali C.
Durante años, la arquitectura moderna fue relegada a un segundo plano por considerarla poco trascendente. Sin embargo, este estilo que busca la simplificación de las formas y el uso de nuevos materiales, hoy marca un antes y un después en la manera de proyectar y construir edificios o espacios para la vida y la actividad humana.
Motivado por difundir estos preceptos, el arquitecto Claudio Galeno Ibaceta, Master en Historia, Arte, Arquitectura y Ciudad, por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, Universidad Politécnica de Cataluña (2001), y candidato a Doctor en Teoría e Historia de la Arquitectura ETSAB-UPC ha iniciado un particular camino: posicionar el modernismo como una de las tendencias dignas de observar dentro de nuestra creciente urbe, a través de DOCOMOMO, un movimiento internacional que cada día atrae más miradas.
¿Cuál es el espíritu inicial de Docomomo?
Docomomo significa —en sus siglas en inglés y en español— “grupo de estudio, documentación y conservación de edificios, sitios y barrios del movimiento moderno”. Se inicia en la Universidad Tecnológica de Eindhoven de Holanda el año 1988, creado por un grupo de profesores que observan algo que hoy se nos está haciendo mucho más evidente, que es la riqueza de la arquitectura de principios del siglo XX. En ese momento, los investigadores se percataron de la necesidad de registrar y conservar obras importantes, que en muchas ciudades del mundo estaban siendo destruidas por el avance del crecimiento urbano.
¿Y cómo llega desde Holanda a Chile?
Docomomo es una entidad autónoma, una ONG, cuya mayor función es difundir el valor de la arquitectura moderna, más allá de las obras de primera línea. Como la idea es poner en valor aquellas construcciones menos conocidas, los integrantes de esta organización se van contactando con arquitectos de todo el mundo, para ir armando redes y, de esta forma, difundir conocimientos.
¿Desde qué año comenzaste a participar en Docomomo?
Me inscribí el 2004, que es cuando se crea Docomomo Chile. El ser parte de esta entidad consiste, básicamente, en entregar aportes personales en materia de investigación, de manera de ir nutriendo el centro de documentación. De esta forma hay “socios” en diversos lugares que contribuyen con sus estudios sobre patrimonio moderno. Por ejemplo, Antofagasta se ha podido situar dentro del marco de ciudades a escala mundial que tuvieron un gran impacto en este tipo de arquitectura moderna. Actualmente estoy dentro del comité científico para el próximo seminario que se realizará en Valparaíso, es decir, formo parte de un grupo de profesionales que evaluará los trabajos que se postulan, labor que es muy interesante, porque te permite tener una visión general de lo que se está haciendo en otras partes del país y del mundo.
Es decir que estas actividades son básicamente para intercambiar experiencias
Muchas de las personas que están involucradas en Docomomo somos docentes, y a todos nos interesa conocer lo que están haciendo otros colegas y, además, intercambiar información. Con la revolución de tecnologías que existe hoy en día, creo que todos los investigadores más jóvenes estamos de acuerdo en que la información hay que compartirla y esta organización es una muy buena instancia para hacerlo. Por ejemplo, para los seminarios, todo aquel que tenga alguna investigación relacionada con edificios modernos, tiene cabida. De hecho, en la convocatoria del Seminario Docomomo que se hizo el 2007 en Antofagasta, tuvimos alrededor de veintisiete ponencias de distintos lugares del mundo, lo que, sin duda alguna, demuestra el interés que hay en este tema.
MODERNIDAD Y FUTURO
Galeno se ha dedicado a investigar y publicar una gran cantidad de estudios sobre el pasado reciente de Antofagasta y el norte de Chile, centrado en la arquitectura del siglo XX. Según sus propias palabras, su objetivo es “reafirmar la memoria colectiva, por medio del reconocimiento y concientización del patrimonio y carácter de las jóvenes ciudades nortinas, con temas como la arquitectura de la salud, viviendas colectivas obreras, campus universitarios y arquitectura para el turismo”.
Dentro de su currículum, destacan publicaciones en revistas internacionales, como Docomomo Journal y DCA, y nacionales como CA, AOA, y De Arquitectura. Ha sido lector externo de la revista colombiana Apuntes y es director de la revista Cuadernos de Arquitectura.
¿Cuál es el impacto de hacer esta investigación patrimonial?
Primero, hemos logrado gran difusión. A nivel local, los periodistas se han interesado mucho en el tema, pues pueden intuir algo que hasta hace poco tiempo nadie se había tomado el tiempo de observar, que es que vivimos en una ciudad increíblemente moderna. Esto es evidente en términos de arquitectura e imagen, considerando que muchos grandes edificios y hasta poblaciones completas están construidos entre las décadas del treinta y del setenta. Yo creo que no hay otras ciudades en Chile que tengan una urbanización como la Gran Vía, que está completamente basada en las teorías urbanas del siglo XX. Además, hay una amplia diversidad de construcciones puestas en la ciudad que son obras de arquitectos de renombre nacional, amén de importantes obras de arquitectos locales muy conocidos como Ricardo Pulgar San Martín o Alfonso Campusano, que si se los nombras a la gente más adulta, saben quiénes son, pero que hoy nadie reconoce debido a que no hay literatura sobre ellos y sus trabajos.
“No se puede querer lo que no conoces. Al hacer un reconocimiento de las diversas obras, se inicia un periodo de transformaciones, y supongo que la gente va a empezar a cuidar más sus edificios y los diversos patrimonios antofagastinos en la medida en que se den cuenta de que realmente existen”.
Entonces decidiste hacer algo al respecto….
Me he dedicado a la investigación sobre estos y otros personajes, además de estudios sobre diversos sitios y edificios. Por ejemplo, este año me han incluido en un libro que está haciendo la Intendencia Regional, que trata sobre la epopeya de Antofagasta. Va a haber un capítulo en donde voy a mencionar la modernidad en la ciudad. Somos bastante más que la Guerra del Pacífico o a las salitreras.
Quizás influye el afianzamiento del concepto de identidad. No es nuevo decir que los antofagastinos no están muy encariñados con su ciudad.
No se puede querer lo que no conoces. Al hacer un reconocimiento de las diversas obras, se inicia un periodo de transformaciones, y supongo que la gente va a empezar a cuidar más sus edificios y los diversos patrimonios antofagastinos en la medida en que se den cuenta de que realmente existen. Por ejemplo, en Miami —aunque no es una de mis ciudades favoritas— hay una recuperación de un gran sector con edificios art decó, que estuvo botadísimo hasta los años ochenta. De hecho, esa zona estuvo a punto de ser demolida, hasta que la retomaron, la pintaron, le pusieron neones, la personalizaron y le dieron un protagonismo importante. Ese es el objetivo, lograr que el manoseado concepto de “poner en valor” se concrete.
¿Crees que tu gran aporte es estar posicionando a la ciudad en un mapa arquitectónico a escala mundial?
Sin falsas modestias, yo diría que sí. Me he puesto como objetivo que Antofagasta esté considerada dentro del ámbito de aquellas ciudades que, sin ser grandes capitales, son un gran aporte al patrimonio arquitectónico mundial. Pero más que ponernos en una vitrina internacional, me gustaría que los propios antofagastinos nos diéramos cuenta de lo maravillosa que es la ciudad. Ese sería mi mayor logro, además de lograr motivar a otras personas para que escriban e investiguen sobre nuestro pasado y cómo podemos proyectarnos de mejor forma al futuro.
“Para lograr una ciudad más amable, debe privilegiarse la fluidez espacial en el ordenamiento urbano y, de esta forma, crear una polis que te invite a recorrerla, apreciarla y sentirse parte de ella. Antofagasta ha ido mejorando en estos últimos años, incorporando el paisaje en las planificaciones de crecimiento”.
¿Cuál es la relación entre urbanismo, arquitectura y calidad de vida de las personas?
Son conceptos que deben ser coherentes. Nuestra ciudad debe ser el reflejo de lo que somos y lo que queremos llegar a ser. En este sentido, el rol del desierto es muy fuerte. Más allá de lo que está construido, yo diría que tenemos un paisaje que se pega en la piel de las personas y debemos considerar esto a la hora de proyectar. Si bien Antofagasta tiene un clima bastante benigno, esta característica no es suficiente para lograr que la gente se sienta cómoda en ella. Para lograr una ciudad más amable, debe privilegiarse la fluidez espacial en el ordenamiento urbano y, de esta forma, crear una polis que te invite a recorrerla, apreciarla y sentirse parte de ella. Antofagasta ha ido mejorando en estos últimos años, incorporando el paisaje en las planificaciones de crecimiento. Eso es digno de destacar no sólo porque la ciudad está más atractiva, sino porque, además, esto que ahora vemos es el resultado de muchos años de trabajos bien pensados, que espero, sigan multiplicándose en el tiempo, respetando nuestras raíces y sentando bases sólidas para un mejor futuro.
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