Una republicación de un escrito de Andrés Sabella en Linterna de Papel de El Mercurio de Antofagasta del 21 de agosto de 2014:
Nicolás González Paredes en 1924. © Periódico El Abecé en Archivo Amengual.
Pocas vidas tan laboriosas y silenciosas, como la de este pintor, cuyos ojos no se fatigaron jamás en la dura y ardiente faena de buscar en los seres y en las cosas la luz de su perdurabilidad.
Nicolás González pertenece a una generación de briosa inquietud: sus primeros pinceles fueron los mismos que usarán Albino y Manuel Quevedo, esos dos hermanos de idéntica riqueza humana y plástica.
González ama el color, acaricia la forma; vive para sus dominios; sin embargo, ningún cuadro suyo lo entrega al juego del azar. Pinta con entera pasión y entera lucidez. No confía de los sistemas de la sorpresa. Así, levanta, ahora, una centena de óleos con la rúbrica de su verdad.
González permanece fiel a su destino. En El Industrial, del 13 de marzo de 1937, escribimos de él, admirándole en su alta soledad; aludiendo a sus pinceles, les comparamos a lanzas que refulgen después de una victoria sin otro laurel que un fuerte y sincero latido de júbilo, llenando toda la latitud de su corazón.
Marina de muelles en la Poza de Antofagasta. © Claudio Galeno Ibaceta.
Antofagasta ofrece un difícil panorama de paredes y de techos, un panorama ciego. Más allá de éste, los cerros y el océano se yerguen para la contienda del arte.
No repetirse, acertar en la selección de los temas, importa ya una primera jornada triunfal; González pinta esto, sacándole siempre un resplandor, un ángulo, nuevos. Es el pintor que no se ofusca, el pintor con garfios en el iris para atrapar lo que merece un esfuerzo de enaltecimiento.
Nuestra Municipalidad le honró, en 1955, condecorándole con el Grado de Caballero del Ancla: por raíz, fervor y por paleta, es: El Pintor de Antofagasta. Los críticos glosarán sus telas. Nosotros sólo queremos destacarle en bajorrelieve de afecto y gratitud.
Sólo deseamos que estas palabras lleguen a todos los antofagastinos, como una incitación cordial para conocer su obra, pues conociéndola la estimarán y estarán orgullosos de su jerarquía. Antofagasta produce pintores de sangre. Nicolás es una de nuestras efigies capitales.
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