28.12.16

La Avenida del Brasil, un jardín florido en el desierto. Publicado por J. en la revista "Antofagasta", nº1, julio 1966.

Archivo Claudio Galeno.



Una remodelación total de la Avenida del Brasil, que seguramente tendrá un costo millonario, pero que se hace indispensable para completar el plan de hermoseamiento de la ciudad, está estudiando la Municipalidad de Antofagasta con el concurso de arquitectos, técnicos paisajistas y expertos en jardinería y forestación. Es probable que esta transformación tenga que hacerse por etapas, dado su elevado costo, pero en todo caso los trabajos se iniciarán en el curso del presente año, como una muestra más del empuje de los habitantes de la “Ciudad del gran impulso”, en el año de su Centenario.

La Avenida del Brasil es para los antofagastinos como el Cerro Santa Lucía para los santiaguinos, el cerro Caracol para los penquistas o Cavancha para los iquiqueños. Algo específicamente propio, en el que todos fincan su orgullo y su satisfacción. Hay una diferencia, eso sí. Los cerros Santa Lucía y Caracol, y las playas de Cavancha nacieron con la naturaleza y el hombre los mejoró. La Avenida del Brasil es obra exclusiva del hombre, de su esfuerzo, de su voluntad de triunfar y de hacerse grata la vida donde quiera que vaya a ganar el pan con su sudor de su frente. Podría decirse que en Antofagasta, el sudor de esfuerzo regó la tierra árida e inhóspita hasta hacerla florecer en el desierto. Y así surgió la Avenida del Brasil.

Se tejen leyendas a su alrededor. Se habla de que su primera tierra de cultivo vino como lastre desde Europa, en los vientres de los barcos que regresaban cargados de con salitre, y que era aprovechada para reemplazar a la costra calichosa y salobre que cubría el suelo de Antofagasta. Puede que algo de ese lastre haya sido utilizado así. Pero basta apreciar la gran superficie que ocupa la Avenida del Brasil, para darse cuenta de que habrían sido necesarios miles de barcos para proveerla de tierra vegetal. La realidad es más fantástica que todo eso. El hombre excavó, harneó, mezcló y lavó la tierra incansablemente, hasta dejarla apta para cultivar prados y jardines. Y es así como hoy, allí donde el suelo era una prolongación de la pampa estéril, se extienden parques que se cubren de flores en la Primavera y se yerguen árboles inmensos a cuya sombra propicia han surgido y crecido muchos romances que son el nexo vital de Antofagasta.

La remodelación que se proyecta abatirá muchos recuerdos. El progreso tiene sus exigencias, sin embargo, y a su impulso, deberá surgir una nueva Avenida del Brasil que seguirá siendo el orgullo y satisfacción de muchas generaciones más de auténticos antofagastinos.

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